sábado, 6 de junio de 2009

NO ME ROBARAS LO MIO

ISAAC VILLAMIZAR
El feto está adherido al vientre materno a través del cordón umbilical. Es lo primero que le pertenece. Es su medio de subsistencia. Cuando nace le cortan el conducto de la vida intrauterina y llora. Busca instintivamente seguir arraigado a algo. El pezón y la leche de la parturienta es su nueva pertenencia. La propiedad surge de la naturaleza humana, no es un invento, ni una concesión. El ser humano es la única criatura que tiene, que posee. Es el único ser que usa lo material como quiere, lo transforma con su conocimiento y le genera un valor del cual antes carecía.
En los orígenes de hombre, la caza y la pesca proveían a sus propias necesidades. Estando en una tribu o clan la propiedad se hizo colectiva, para satisfacer requerimientos comunes. En el Derecho Romano la propiedad constituía una suma de derechos: el de usar de la cosa; el de percibir los frutos; el de abusar, de contenido incierto; el de poseer; el de enajenar; el de disponer; y el de reivindicar. La propiedad fue evolucionando, pero se hiciere colectiva, social o pública, nunca desapareció la propiedad privada. La tierra fue considerada propiedad privada hasta después de la Edad Media. En la época feudal se poseía la tierra, pero sólo los monarcas y la iglesia eran dueños. Con la Revolución Industrial vino la propiedad de los bonos y acciones. Y la tierra, definitivamente, se convirtió en un bien que podía comprarse y venderse, como cualquier otro bien. Hasta la Biblia reconoce la propiedad, al prescribir en el séptimo mandamiento: “No robarás”.
La propiedad privada es la madre de la civilización. Es la institución que tiene la capacidad de rescatar del estado salvaje a los pueblos y a las personas. Es difícil que exista algún sustituto a la propiedad privada para lograr la paz y la convivencia pacífica entre los hombres. No en vano está reconocida al individuo en el artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es que la propiedad privada tiene únicamente sentido en referencia a la persona. Es un disparate hablar de la propiedad privada de la comunidad o de la propiedad privada del Estado, o de la propiedad del pueblo. Sólo el individuo es propietario de un bien que puede venderlo, sin que nadie se oponga, que puede usarlo a manera de garantía; que puede regalarlo, sin
que nadie le proteste; y que puede destruirlo, sin que nadie sienta el derecho de prohibírselo. Los venezolanos, cada uno considerado, no somos propietarios de PDVSA. De hecho, ninguno de nosotros tiene derechos de propiedad privada sobre la empresa petrolera. Nadie puede por sí mismo vender un pozo petrolero, ni lo puede poner de garantía para que le presten un crédito bancario.
China ha sorprendido al mundo al introducir en su Constitución que la propiedad privada es un principio sagrado, promovido y defendido por el Estado. Con esta enmienda, quizá sin saberlo, han enterrado el viejo proyecto comunista. Ahora los chinos son líderes mundiales en la construcción de la economía de mercado. Desde el 2008 se han convertido en la tercera potencia económica mundial, según su PIB a valor nominal, detrás de EEUU y Japón, y en el segundo mayor exportador mundial, superado sólo por Alemania.
Asistimos en Venezuela a un ataque despiadado contra la propiedad privada. Se utiliza la confiscación − prohibida por la Carta Magna – para despojar, por decir lo menos, de la propiedad privada a quienes la han trabajado. Y con un proyecto de Ley de Propiedad Social se pretende aminorar lo que por naturaleza nos pertenece. Será entonces la justicia divina, la única aquí no intervenida, la que condene este asalto.