lunes, 1 de octubre de 2018

Michelle Bachelet, no se deje engatusar

Isaac Villamizar
Muy Honorable Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU. De un ciudadano venezolano:
No soy yo quien pueda indicarle a usted cómo hacer su trabajo. Me imagino que constatar la situación de los derechos humanos en cualquier país, más aun en Venezuela, que pasó de ser objeto de una simple preocupación en la comunidad internacional, a ser el ojo del huracán en el orbe, debe regirse por una serie de formalidades, protocolos, evidencias e instrumentos, propios de la organización que usted representa.
Mi intención, como ciudadano, integrante de la gran mayoría de mis compatriotas que vivimos en carne propia la tragedia que azota a esta tierra, no es otra que advertirle para que tome sus previsiones, a fin de no dejarse engatusar por la mafia de delincuentes que han asaltado el poder y, con toda la política comunicacional gobeliana, quieren aparentar ahora a nivel internacional como verdades, una sarta de mentiras, de las cuales ya todos los venezolanos estamos intoxicados, más bien “infoxicados” de tanta dizque libertad de expresión. Dirá usted qué quiero decirle con no dejarse engatusar. Bueno, Sra. Bachelet, no sé cómo se dirá en Chile, pero aquí hacemos uso del término en lenguaje muy popular para referirnos a los aduladores de oficio que pretenden aparentar una situación que en realidad no existe. En otras palabras, por la calle del medio, le aconsejo que no se deje engañar.
Seguro que desde que aterrice su avión en Maiquetía será objeto de muchas atenciones del gobierno, suministro de transporte muy cómodo, invitaciones al comedor de Miraflores con las exquisiteces turcas que trajo el insaciable desde Estambul, y demás aderezos para hacerle su estadía muy placentera. Pero como usted ha dicho que vendrá a hacer su encargo sin sesgo, como viene a cumplir el mandato de una resolución que le insta a preparar un nuevo informe, adicional al de junio pasado, de forma “exhaustiva” sobre la situación en Venezuela –que seguramente será sobre si se respetan, se ejercen y se garantizan los derechos humanos en Venezuela-, y habiendo sido ya previamente “bienvenida” por el tirano condenado y prófugo de la justicia venezolana en exilio por corrupción y lavado de capitales, pues no está demás, desde estas humildes cuartillas, sugerirle cómo puede usted redactar su informe lo más objetivo, real y evidente.
Ya que usted va a llegar por Maiquetía, podrá usted constatar con sus propios ojos, los emigrantes que aún con posibilidades económicas, toman un avión para enrumbar a Suramérica y Estados Unidos. Pregunte usted misma en las colas de las líneas internacionales el por qué salen esos viajeros que por ahora no piensan en retorno. También puede darse una visita a la oficinas del SAIME para que le reporten cuantos pasaportes han anulado o confiscado, sin motivo legal alguno, y cuantos personajes importantes del escenario nacional, que se han atrevido a alzar su voz en contra de esta tiranía, los han dejado varados por muchas horas en las sillas de tal oficina, haciéndoles perder su vuelo. Demás está decirle que usted conocerá el artículo 13 de la Declaración Universal de los DDHH, reproducido en el 50 de nuestra Constitución, contentivo del derecho humano de libre tránsito y de ausencia y regreso del país en cualquier momento.  Pero como lo primero es lo primero, saliendo del aeropuerto, en el Estado Vargas y en cualquier Estado del país podrá constatar las condiciones de miseria, de hambruna, de enfermedad, de pobreza extrema, inducida alevosamente por esta tiranía. Recurra por sus propios medios a las colas interminables de cualquier supermercado, abasto, mercado popular, panadería y expendio de alimentos, para que note la tortura que hay que pasar para comprar unas pacas de harina pan, huevos, carne, azúcar o cualquier producto de la canasta básica. Y cuando digo tortura me refiero, Sra. Bachelet, primero a la suerte de conseguir tales productos si los hay, y en segundo lugar, a cómo con un soberanísimo salario mínimo de 1800 Bs es imposible cubrir tal canasta básica, que para el mes de agosto ya había superado los Bs 20.817, repito, soberanísimos, según cifras de CENDAS, porque el habeas data oficial, Sra Bachelet, desapareció del BCV hace rato largo. De esos establecimientos puede continuar por los amontonamientos de bolsas de basura – son muy fáciles de conseguir en Venezuela- para que constate que los que no poseen tan soberano poder adquisitivo, en verdad están comiendo de los residuos que allí permanecen malolientes y putrefactos.  Esto, Sra. Bachelet, le permitirá evidenciar en su informe que los derechos humanos a un salario suficiente, digno y que permita cubrir las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales, y el derecho a la seguridad alimentaria, son letra muerta en los postulados normativos ya descritos, por  usted bien conocidos. Sin embargo, así como le aconsejo en este particular una cosa, le aconsejo otra. Diríjase usted a cualquier plaza Bolívar o centro oficial que tenga que ver con el abastecimiento de alimentos, para que usted también constate que existe una especie de varita mágica llamada “carnet de la patria”, con la que si el venezolano está dispuesto a ser sojuzgado en pensamiento, palabra y acción, ese privilegiado es el único que puede tener acceso a bonos de nombre rimbombantes, dádivas, cajas y bolsas del clap, así como otros beneficios que cada mes anuncia el tirano por cadena nacional. Esto creo que le sea bastante para certificar que el derecho humano a la igualdad, sin distingos de credos, clase social e ideología y el derecho a la protección contra toda discriminación, son una ilusión, una quimera, algo así como un recuerdo con nostalgia de lo que relatan los libros de historia patria pre revolución bolivariana.
No puede usted dejar de visitar cualquier centro asistencial público. Allí, estoy seguro, los pocos médicos y enfermeras valientes que aún nos quedan, porque los demás tomaron vía Chile, por ejemplo, la recibirán con gusto, eso sí, sin intervención de los directores del hospital, para darle una ronda competa por todas las áreas, desde la emergencia, aunque la emergencia está en todo la edificación, pasando por la morgue, los pisos de hospitalización y los quirófanos. A lo mejor por ser usted una Alta Comisionada, se atrevan a surtir de insumos ese día al hospital, si usted avisa a cuál pretende ir. Pero si aparece sin previo aviso, le aseguro que su informe va a reflejar lo que es una realidad cruda y cruel. Los enfermos y pacientes, desde los neonatos hasta los ancianos, el único seguro que tienen es la extrema unción en cualquiera de ellos. Aproveche para hacer una gira, tal como lo hace cualquier venezolano, por incontables farmacias abiertas y de turno. Ni de noche ni de día podrá usted escuchar del dependiente o farmaceuta que abundan los más efectivos antibióticos, los medicamentos y ampollas contra el cáncer, las cápsulas para la tensión y hasta los recolectores de orina y heces. No sé en Chile, pero aquí el dicho “de todo como en botica” es causa de otra nostalgia. De tal forma que el derecho humano más elemental, como es la vida y el derecho a la salud y asistencia médica integral, Sra. Bachelet, se han transformado en el extremo opuesto, es decir, en un exterminio intencionado hacia toda una población, para que los que no podemos o no queremos emigrar, exhalemos pronto nuestro último suspiro por falta de la más elemental protección médica de carácter público.
Muy cordialmente le sugiero que, sin que la mechuda (pregunte usted quién es el personaje) y una fantasmagórica organización de servicio bolivariano de inteligencia lo sepan, se introduzca usted en cualquier centro de reclusión, llámese cárcel, prisión, centro penitenciario, centro policial, mazmorra, helicoide, la tumba, Fuerte Tiuna, similares y conexos. Hable cara a cara con los civiles y militares, presos comunes y presos políticos. Pregúnteles primero la manera en que fueron aprehendidos, secuestrados, desaparecidos forzosa y momentáneamente, interrogados, torturados y enterrados en cualquiera de esas rejas del averno. Luego indague por el estado de su causa judicial, por las veces que los han llevado a las audiencias en tribunales, por la comida y el trato que reciben de sus carceleros, por las pocas facilidades y frecuencia de las visitas de sus familiares y abogados defensores, por las veces que los sacan a patadas cada madrugada de su celda. No deje de preguntarles por la garantía del principio de presunción de inocencia, de asistencia médica, y de comunicación con personas de su confianza. En esos antros de la mayor indignidad humana podrá usted comprobar que esos derechos de debido proceso, de defensa, de integridad personal, física, psíquica y moral, de beneficios de libertad condicional, de inviolabilidad del hogar doméstico y recinto privado, de presentación de orden judicial para visita domiciliaria, son adornos tanto en la declaración susodicha como en la mejor Constitución del mundo anunciada en 1999, ya casi en estertores tanto de hecho como de derecho por pretendida suplantación de una Asamblea Nacional Constituyente ilegítima, que no fue convocada por la ya desaparecida soberanía popular.
Sra. Bachelet, no porque la lista de consejos se haya acabado, sino porque ya puedo caer en el fastidio, y esa no es mi intención, por último le pido encarecidamente que, ya que usted va a ser la privilegiada comisionada bienvenida, categoría que no han podido alcanzar unos cuantos personajes renombrados que no han podido pasar de la mitad del Puente Internacional Simón Bolívar entre La Parada y San Antonio del Táchira, tenga usted no sólo la prudencia sino también la caridad de visitar los estados y municipios fronterizos, especialmente las salidas terrestres hacia Colombia y Brasil. Como los asaltantes del poder dicen que eso de los emigrantes es una fantasía, un cuento de película de Hollywood, camine usted con ese río interminable de venezolanos que, con o sin pasaporte, sólo con la urgencia y la esperanza de encontrar otros horizontes donde si se respetan los DDHH, pasan la línea fronteriza y en bus, en avión desde el Camilo Daza en Cúcuta, en cola, caminando y recibiendo benevolencia de refugios, de conductores, se han convertido en la mayor estampida que se recuerde en décadas de una nación latinoamericana.  Converse con ellos, pregúnteles de sus tragedias, de la familia que han dejado, del trabajo que tuvieron que abandonar, de la osadía de enfrentarse a regiones y culturas desconocidas y hasta de la humillación de someterse a la xenofobia por ser mero venezolano, con el alma llanera atravesada en la garganta.
Sra. Bachelet, a mí me parece que ese informe va a ser el más extenso que usted redacte en sus funciones, si toma consejos como el que humildemente le estoy proporcionando. Va a necesitar de muchos transcriptores y cuando lo vaya a presentar y leer ante las Naciones Unidas, tal vez tengan que convocar a sesiones permanentes, porque habrá mucha tela que cortar. Ojalá que cuando tomen algunas medidas con base a su informe, hayan todavía venezolanos y haya Venezuela, en los cuales y en donde se puedan aplicar. De no ser así, la crisis humanitaria ya reconocida por la ONU, será más bien la sepultura de una nación que pudo ser la más poderosa y rica de latinoamérica, pero que la perversidad, la maldad de un plaga de asesinos y criminales, la convirtieron en tierra de compasión, de lástima y de amargura. No deje de comerse, Sra. Bachelet, una arepa venezolana, reconocida como uno de los mejores platos del mundo, rellena con queso y mantequilla. No le digo que la disfrute con carne mechada ni mucho menos que saboree la “reina pepiada”, porque se va a quedar con el antojo. Estoy seguro que cualquier familia venezolana, en conocimiento de la alta misión que usted estará cumpliendo, tendrá el mayor gusto de hacer un sacrificio para poner un plato adicional en su mesa, con la seguridad que no siendo de las exquisiteces excéntricas de un tal Salt Bae, llevará el mayor y más inocente gusto de unas manos que, clamando clemencia, aún no han perdido su movilidad en la cocina.
Me despido, Sra. Bachelet, augurándole el mayor de los éxitos en su comisión en tierras venezolanas. Y aquí la esperaremos cuantas veces usted quiera venir, sin Plan Vuelta a la Patria de por medio.
@isaacabogado