domingo, 30 de mayo de 2010

Exijo mis derechos

Isaac Villamizar
El ser humano tiene reconocidos una gama de derechos por el simple hecho de ser persona. Ese reconocimiento se lo da un conjunto de normas que sirven de sustento para que el individuo reclame el respeto y garantía de su cumplimiento. Sin embargo, nada se hace si el propio titular de sus derechos no sabe exigirlos de manera firme.
Una de las formas en que procede tal reclamación es a través de la palabra, sea escrita u oral. Las personas que saben exigir lo que les corresponde expresan sus sentimientos de manera eficaz y pueden defenderse sin dominar a los demás. Son este tipo de personas quienes saben reclamar sus derechos sin violar los derechos de otros y cómo exigir respeto sin ser irrespetuosos.
En este sentido, es posible ser afirmativo sin atacar a los demás. Las personas que son afirmativas en la exigencia de sus derechos creen que tanto ellas como los demás merecen respeto. Las personas afirmativas se dan cuenta que son importantes y también se dan cuenta de que el universo no gira sólo alrededor de ellas, sino que existen otras personas que también tiene deseos, necesidades y derechos.
En la reclamación de nuestras potestades podemos atrevernos a sostener nuestros principios firmemente. Si se tiene que decir no, a quien nos presiona para que digamos lo contrario, hay frases adecuadas: “No, gracias; no quiero. Nunca he hecho eso, y espero que ésta no sea la primera vez.” Otras frases a tales efectos pudieran ser: “Yo no puedo hacer eso...” “Nunca acostumbro...” “Siempre acostumbro…” “Como cuestión de principio, yo…”
En ocasiones la gente pretende desconocer nuestros intereses. Es cuando debemos manifestar claramente nuestras preferencias. Tal vez no logremos cambiar los puntos de vista y las decisiones de los demás, pero les hará tomar conciencia a ellos de que nosotros tenemos ciertos valores y que queremos que nos tomen en cuenta cuando se tomen decisiones que pudieran afectarnos. “Yo quisiera” “A mí me gustaría” “Yo preferiría”, son palabras que denotan cuál es el nivel de nuestra preocupación.
Sin tapujos uno debe expresar lo que piensa cuando hay conflicto en desacuerdos, siempre en búsqueda de la avenencia: “He estado preocupado durante algún tiempo acerca de…” “He estado deseando hablar con usted acerca de…” “Hay algo que desde hace algún tiempo me preocupa y quiero decírselo a usted…”Finalmente, hay que plantear claramente que estamos en conocimiento pleno de los derechos que nos corresponde y que estamos dispuestos a exigir su respeto. “Sé que estoy facultado para…” “Reconozco sus derechos y los respeto ampliamente, pero también quiero exponerle los míos.” “Creo que si nos respetamos mutuamente en nuestros derechos, podemos entendernos magníficamente.” “Yo vengo a exigir mis derechos porque creo que la ley me los reconoce.” “Usted tiene derecho a exigir lo suyo, tanto como yo tengo el de exigir lo mío.” “Pienso que es justo que Ud. reclame sus derechos. Igual pienso que me corresponde a mí.”

Soy amigo de Imperios

Isaac Villamizar
La dominación de todo el planeta por una sola autoridad única y universal ha sido cuestión de ficción. Sólo en las películas podría darse. Pero más de un caudillo ha acariciado la idea tentadora de ser el amo y señor. En su afán expansionista, ¿cuál pudo ser el límite en las mentes de Alejandro Magno, Julio César, Felipe II y Napoleón?
La dominación puede ser religiosa, en la tarea de convertir a tanta gente como sea posible en una religión. También puede ser política, cuando una ideología ve en su credo el ideal de una organización social, lo que dio en llamarse, después de la Guerra Fría, como Nuevo Orden Mundial. Incluso Sociedades y Hermandades secretas y sombrías – según textos apócrifos – están dedicadas a tomar el control del mundo. En verdad, Imperio tradicionalmente se ha referido al poder de un Estado que ha dominado los territorios de varias naciones y a cuyo frente ha estado un Emperador. Se ha caracterizado por uniones de territorio bajo un mismo ordenamiento militar o administrativo, organizados por personas de una misma etnia o civilización, agrupados en torno a un líder, elegido o hereditario. El primer gran Imperio conocido del mundo fue el persa. En los años 520 aC, gracias a las conquistas de Ciro II y su hijo Cambises II, fue la primera superpotencia única, y para 500 aC, con Darío, alcanzó su máximo esplendor. Su dominio se extendió por el sur de Rusia y Ucrania, el norte de Mesopotamia y Siria y el actual territorio de Irán. El último Estado que llevó oficialmente el término fue el Imperio japonés, que eliminó esta denominación tras el drástico cambio de su política exterior, al final de la Segunda Guerra Mundial.
Imperios han habido en todos los continentes. El Imperio Inca llegó hasta Bolivia y el noroeste de Argentina. El Imperio de Brasil fue un estado existente entre 1822 y 1889, que precedió a la proclamación de la República y la constitución de los Estados Unidos de Brasil. En Asia el Imperio chino se extendió desde la dinastía Qin, año 221 aC, hasta la caída de la dinastía Qing, en 1911. El Imperio ruso se extendió por 200 años, desde 1721 hasta 1917, y abarcó grandes zonas de los continentes europeo, asiático y norteamericano. La Rusia Imperial conquistó territorios comprendidos entre el mar Báltico y el Océano Pacífico, con las dominaciones iniciadas por Pedro I, hasta el reinado de Nicolás II, el último Zar.
El Imperio Británico - del cual me declaro subyugado, con el mayor orgullo - comprendió los dominios, colonias, protectorados, y otros territorios gobernados o administrados por el Reino Unido, entre los siglos XVI y XX. A comienzos del siglo XX, el Imperio británico abarcaba una población cerca de 528 millones de personas y unos 33.670.000 Km2, lo que significaba una cuarta parte de la población mundial y una quinta parte de las tierras emergidas. Los rasgos de mi personalidad y una parte esencial de mi formación se la debo a mi educación londinense. ¡Viva el Imperio!No hay duda. El gobierno venezolano es amigo de Imperios o por lo menos de países que han sido parte de ellos. Tal vez por ello también se ha dejado encantar por lo que significa la expansión continental del poder y del dominio, para atreverse a llevar el socialismo del siglo XXI y la espada de Bolívar por la América Latina. Es el Imperio venezolano, rico en petróleo y, realmente, pobre en su esfera de influencia.

Presumo tu buena fe

Isaac Villamizar
Cuando el mesonero coloca la bebida en la mesa, espera que el cliente no se vaya sin pagar. Cuando cobramos un cheque en el Banco, aspiramos a que el cajero nos entregará el dinero son faltar un centavo. Son expresiones éstas sencillas y cotidianas de buena fe. Ella debería estar siempre presente en las relaciones humanas, en los intercambios que prescinden de testigos, de filmaciones, de documentos estrictos.
De la buena fe se habla mucho, pero se ejercita poco. En vez de ser valorada como un bien, como un tesoro, pareciera estar en vías de extinción, pues ha sido sustituida por la malicia y el interés.
En la buena fe suponemos que tanto uno como el otro tenemos la intención de obrar honestamente, ya que ella implica la idea de rectitud, de corrección, de lealtad.
La buena fe constituye un principio que obliga, asimismo, a que las autoridades públicas y la ley presuman la buena voluntad en la actuaciones de los particulares. En otras palabras, en todas las gestiones que adelanten los administrados con la autoridad pública se debe presumir la buena fe. Ella ha sido, desde tiempos inmemoriales, uno de los principios fundamentales del Derecho. Constituye el deber de proceder con honestidad en nuestras relaciones jurídicas, y es el derecho a esperar que los demás procedan de la misma forma. Los actos jurídicos deben ser cumplidos con intención recta y positiva, para que así pueda realizarse cabal y satisfactoriamente la finalidad social y privada a que obedece su celebración. En general, las personas proceden de buena fe, es lo que usualmente ocurre. Además, actuar con mala fe cuando media una relación jurídica, en principio, constituye una conducta contraria al orden jurídico y sancionada por éste. De allí que la regla general es que la buena fe se presume, y la mala fe debe probarse.
Si la buena fe fuera una regla aceptada por todos no sería necesario presentar nuestra cédula o nuestra partida de nacimiento para acreditar quiénes somos. Bastaría nuestra palabra y nuestra presencia física. Pero parece que una constancia o certificado escrito tiene mayor valor que nuestra aseveración. En nuestras conversaciones diarias podemos demostrar que actuamos bajo la presunción de buena fe. Con las palabras correctas podemos decirle al otro que la confianza y la lealtad van por delante y que captamos de entrada su sinceridad, su llaneza y su buena voluntad. Expresemos la buena fe con frases como éstas: “Yo te creo.” “Confío en usted.” “Lo que Ud me dice es muy cierto.” ”Yo aprecio su actuación.” “Aplaudo su interés.” “Ud me ha inspirado una gran seguridad.” “Tú eres un amigo muy leal.” “Tú siempre estás dispuesto a ayudar.” “Tranquilo, no me des explicaciones, yo confío plenamente en lo que dices.” “Yo no te juzgo. Tú tienes tus propios motivos, y yo estoy seguro que no hiciste eso intencionalmente.”

Te tengo confianza

Isaac Villamizar
Con frecuencia sentimos necesidad de dejar saber nuestros sentimientos, pensamientos íntimos, emociones y reacciones a otra persona, buscando apoyo y aceptación. Es una sensación urgente de compartir sobre nosotros mismos, esperando del otro que respete nuestras confidencias y que no las haga públicas. Hablamos, entonces que le tenemos a esa persona confianza. Pero este sentimiento tiene varios significados. No sólo como una familiaridad en el trato, sino también como la seguridad en uno mismo o en las propias cualidades. Igualmente, la confianza denota la esperanza firme o seguridad que se tiene en que una persona va a actuar o una cosa va a funcionar como se desea.
En este sentido, en la Psicología Social y en la Sociología, la confianza configura una hipótesis que se realiza sobre la conducta futura del prójimo. Se trata de una creencia que estima cómo una persona será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determinada situación. Ello sucede cuando decimos: “Voy a contarle todo a mi padre; tengo confianza en que me entienda y me ayude.” La confianza, en este caso, es una actitud que concierne al futuro, en la medida en que éste dependa de la acción de un otro. Estamos apostando a no inquietarnos por el no control del otro y del tiempo. Entonces, con la confianza se suspende temporalmente la incertidumbre acerca de las acciones de los semejantes, y así es posible un cierto grado de regularidad y predicción en las acciones sociales.
La confianza se ve más o menos reforzada en función de las acciones de la otra persona y de la experiencia. Si el padre ayuda al hijo, la confianza saldrá fortalecida; de lo contrario, se verá traicionada y, en el futuro, lo más probable es que el hijo no actúe de la misma forma. Pero, asimismo, si nosotros cometemos un error o nos lo cometen, terminamos perdiendo confianza. Y empezamos a comparar. Sacamos conclusiones de nuestros logros en el pasado; evaluamos la conducta de nuestros padres, amigos, profesores y socios; calificamos si nos fue bien o mal en anterior ocasión. Así comienzan las dudas.
¿Por qué nos cuesta trabajo desarrollar confianza en los demás? Tal vez hemos sufrido un abuso o abandono físico o afectivo; es posible que nos hayan rechazado por aquello que sentimos o creemos. Quizá nos han herido emocionalmente en el pasado, y no estamos dispuestos a que nos lo hagan de nuevo. Tal vez acabamos de pasar por alguna relación problemática, en la cual se nos maltrató, no se nos comprendió, o se nos ignoró. Puede ser que hemos crecido en una ambiente impredecible y volátil. Las personas con una sana autoestima se comportan con confianza. En cambio las que la poseen en grado pobre, ni siquiera tienen confianza en sí mismas. Ayudarnos a construir confianza es un proceso de aprendizaje. Hay que comenzar por elaborar confianza en uno mismo. Piense siempre en un final ganador. Si no llegó al menos lo intentó. Haga una lista de lo que le gusta a sí mismo y de lo que sabe hacer mejor. Léala con frecuencia. Recuerde que no necesita el valor de otra persona para saber quién es usted. Hable con esa persona que usted estima comprensiva, cuando se sienta en una situación delicada. La retroalimentación positiva que reciba le aumentará su confianza. Asuma acciones de riesgo. Enfréntese al miedo. Haga lo que nunca hizo. Salir airoso de esas situaciones incrementará la seguridad en sí mismo.

Te pido respeto

Isaac Villamizar
El respeto es el puente esencial en los contactos interpersonales. Consiste en reconocer los intereses y sentimientos en una relación. El respeto no sólo se da en los vínculos individuales. Ocurre igualmente en las relaciones intergrupales y entre países y organizaciones de diversa índole. El respeto es una actitud. No consiste en los buenos modales o amabilidad. Es el reconocimiento de la persona como individuo, que necesita que se le comprenda. Básicamente, es aceptar y descifrar tal y como son los demás, aceptar y entender su forma de pensar, aunque no sea igual a la nuestra. El respeto se debe dar incluso si pensamos que el otro está equivocado. El respeto es aceptar y comprender al humilde y al engreído, al pobre y al rico, al sabio y al ignorante, porque todo ser humano merece nuestra atención, sin importar su condición. Si alguien actuó mal, debemos respetarlo e invitarle hacia el camino correcto, sin imponerlo.
Respeta al humilde pero honesto, porque sin su trabajo su vida sería una desdicha. Respeta al engreído, porque gracias a su actitud tu puedes conocer la sencillez; respeta al colérico, porque gracias a su rabia aprendes sobre la importancia de saberse controlar.
No sólo las personas merecen nuestro más profundo respeto. También las plantas, los animales, los ríos, lagos y mares, pues la creación es el regalo más grande que se nos ha dado. Ni hablar del respeto a los derechos de los demás y el respeto a las leyes. Pero, ¡qué difícil se hace! El carro que no arranca inmediatamente al cambiar el semáforo nos hace presa fácil de la intolerancia. Es que el respeto, muchas veces, se pierde desde la infancia. Pero es, precisamente, desde los comienzos cuando, poco a poco, se puede cultivar en el corazón, alimentando esta actitud con su ejercicio constante. Las tentaciones para sucumbir pueden ser muchas, pero mantengámonos firmes, que la perseverancia rendirá sus frutos.
Hay procederes diarios que nos ayudan a fortalecer el respeto. Los podemos convertir en buenos hábitos. Pronto veremos resultados maravillosos. Escucha con atención. Mira con respeto a todas las personas que se cruzan en tu camino. Dale el buen día o agradécele con sentimiento. Adopta la decisión de aprender del otro. El mundo cambia vertiginosamente y tú con él. Cada persona en tu vida es una ocasión para aprender y crecer. Colócate en los zapatos de los demás. El otro puede estar viviendo una situación difícil que tú desconoces. Trata de pensar y sentir como lo está haciendo la otra persona. Descubre su punto de vista. No seas intransigente. No desprecies y apartes a otros porque no hacen lo que tú quieres o deseas. Inyéctate de paciencia y compresión. Siempre podemos cambiar nuestra actitud o comportamiento. Nadie es más o menos que tú. Cada quien es como es. Cada uno llega a este mundo con virtudes y defectos. Estos últimos podemos resolverlos y de ellos meditar. El ejemplo es el mejor riego. Desde niños comenzamos a incorporar los valores esenciales. Enséñales a tus hijos con tu respeto hacia ellos. La próxima vez que vayas a entrar a su cuarto, tócale la puerta primero. De esa manera él tocará la tuya y ganarás su respeto. Una de los principios fundamentales de la doctrina budista es la fe en la ilimitada dignidad del ser humano, y dentro de esa tradición oriental, el diálogo puede conseguirse a través de una interacción abierta y el respeto. No en vano el Dalai Lama asegura que: “La amistad sólo puede tener lugar a través del desarrollo del respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad.”

Sin presupuesto no hay futuro

*Isaac Villamizar
En el desarrollo de cualquier país hay una tríada indisoluble. Por una parte está el Estado que, con su institucionalidad, fija políticas públicas, entre ellas las educativas, y genera condiciones favorables para un adecuado progreso. Por la otra, está el sector privado que, con sus recursos financieros y su talento humano, produce bienes y servicios, obteniendo rentabilidad económica y social. En un vértice de este vínculo está la sociedad que, con sus requerimientos, espera obtener también unos beneficios. Esta relación amerita de iniciativas conjuntas y coordinadas, en las que cada sector contribuya con sus recursos esenciales para comúnmente impulsar el avance social, económico, político y cultural de la Nación.
El Estado tiene unos fines esenciales, contemplados en el artículo 3 constitucional. Entre esos objetivos primordiales están la defensa y desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad; la construcción de una sociedad justa y amante de la paz; y la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo. Agrega este postulado de la Carta Magna que la educación es un proceso fundamental para alcanzar estos fines. Las Universidades Nacionales son parte del Estado. La Universidad es un actor primordial para la vanguardia de los adelantos patrios. Ella siempre está estrechamente conectada y preocupada por los problemas y aconteceres críticos del país. Por lo tanto, requiere del apoyo del resto del estamento público, en esa corresponsabilidad que tiene de contribuir a la subsistencia del Estado.
Un presupuesto, en su concepción básica, es un plan de carácter operativo en el cual una institución hace unas estimaciones, en términos financieros y cuantificables, de sus necesidades durante un período. Un presupuesto es un valioso instrumento que obliga a la organización a reflejar por adelantado la construcción de un futuro. En el presupuesto hay una previsión por anticipado de lo que va a ocurrir con el funcionamiento de la institución.
Si la Universidad no cuenta con los recursos presupuestarios suficientes, es difícil generar un producto académico de calidad, que es el beneficio esperado por la sociedad. Si la Universidad tiene limitaciones financieras, ello afectaría gravemente la función rectora que ella tiene en la educación, en la ciencia y en la cultura. Pero, lo más grave, si la Universidad tiene una estrechez presupuestaria, no podría aportar eficiente y efectivamente a su corresponsabilidad en los logros de los fines esenciales del Estado. Sin presupuesto universitario no se puede colaborar en el desarrollo y formación integral de la persona. Sin presupuesto universitario no se puede construir una sociedad con plena introspección de la paz. Sin presupuesto universitario no se puede fomentar el bienestar de la comunidad. Sin presupuesto universitario no se puede edificar futuro.
Como integrante de una comunidad universitaria, como natural de este lar torbesino, quiero invitar a la sociedad tachirense a tomar una causa, que debe ser también nacional. Así como el pueblo ha salido en voz unísona a defender la libertad de expresión, el no cierre de los medios, y el derecho que todos tenemos de recibir y difundir la información, exhorto a esta tierra de grandes luchadores para salir en defensa de otro derecho fundamental: el de la educación. Es el derecho que tiene el colectivo de asegurar que su Universidad siga cumpliéndole en la oferta y producción de la Educación Superior. *Consultor Jurídico de la UNET

Nulidad de la LOE

*Isaac Villamizar
He leído con específico interés y análisis jurídico la acción de nulidad por inconstitucionalidad de la Ley Orgánica de Educación. El Recurso ha sido interpuesto, el pasado 07 de Octubre, por los Rectores de la UCV, ULA, LUZ, UC, USB, UNET, UNEXPO, UCAB y la Decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas de LUZ. Han sido asistidos por un grupo de connotados juristas, encabezados por el colega Consultor Jurídico de la UCV, Dr. Manuel Rachadell, acompañado de Ex Magistrados del TSJ y de la Corte Contencioso Administrativo, así como de reconocidos abogados constitucionalistas y administrativistas. Concretamente, quiero referirme a la primera parte del documento, en donde exponen las razones de hecho y de derecho que vician el procedimiento de discusión y aprobación en la Asamblea Nacional de la LOE y que, a juicio de los demandantes, invalidan totalmente la ley. Bajo mi criterio, este capítulo, referido al Derecho Adjetivo, está sólidamente fundamentado y de su lectura se desprende un hecho público, notorio, comunicacional y reiterativo que ocurre en el actual parlamento venezolano y que, ex profeso, pretendo comentar al final de la presente columna.
¿Cuáles son los hechos? La Asamblea Nacional, en el período 2000-2005, aprobó en primera discusión el 21 de agosto de 2001, un proyecto de LOE que contenía 127 artículos. Y allí quedo archivado. En un nuevo período legislativo, el actual, intempestivamente, el 6 de agosto de 2009, la Presidenta de la Comisión de Educación presenta a la plenaria un supuesto informe de la ley, sin que tuviera las modificaciones, adiciones o supresiones derivadas de la primera discusión, en violación del artículo 208 constitucional y sin que los propios diputados de la Comisión lo conocieran. En realidad, se trataba de un nuevo proyecto de ley, con 56 artículos, sustancialmente diferente al del 2001. En este sentido, la Sala Constitucional, en jurisprudencias vinculantes del 20 de agosto de 2004 y del 18 de mayo de 2006, ha asentado que los actos de la Asamblea Nacional, en el proceso de formación de la ley, están sujetos al control de la constitucionalidad; y que cuando un procedimiento de discusión de una ley, con todos sus pasos hasta la publicación del texto en Gaceta, no culmina en un período parlamentario, ha operado un decaimiento del proceso legislativo, responsabilidad por omisión que no puede trasladarse a los legisladores del período siguiente. La vigente Ley Orgánica de Educación, en consecuencia, tuvo una sola discusión en plenaria, que se inició a las 3 pm del jueves 13 de agosto y terminó a las 2 am del viernes 14 de agosto, lo cual transgredió el artículo 207 constitucional, que ordena dos discusiones para una ley.Toda esta acumulación de vicios y de actuación grosera de la Asamblea Nacional, transgrediendo normas expresas constitucionales que regulan la formación y aprobación de una ley, revela algo que los venezolanos observamos a diario en el Hemiciclo. No es otra cosa sino el abuso de poder con el cual se vanaglorian los diputados oficialistas, que se creen infalibles y por encima de la norma suprema. Su actuación de aplanadora, sumisa al Poder Ejecutivo, y retadora a cualquier tipo de control, hace elevar al Parlamento a la categoría de las instituciones más desprestigiadas en el colectivo nacional. La pregunta obvia es: ¿Convalidará el TSJ este abuso de poder de la legislatura, al archivar este recurso de nulidad, pronunciarse sobre su inadmisibilidad o declararlo sin lugar? *Consultor Jurídico de UNET