Con frecuencia sentimos necesidad de dejar saber nuestros sentimientos, pensamientos íntimos, emociones y reacciones a otra persona, buscando apoyo y aceptación. Es una sensación urgente de compartir sobre nosotros mismos, esperando del otro que respete nuestras confidencias y que no las haga públicas. Hablamos, entonces que le tenemos a esa persona confianza. Pero este sentimiento tiene varios significados. No sólo como una familiaridad en el trato, sino también como la seguridad en uno mismo o en las propias cualidades. Igualmente, la confianza denota la esperanza firme o seguridad que se tiene en que una persona va a actuar o una cosa va a funcionar como se desea.
En este sentido, en la Psicología Social y en la Sociología, la confianza configura una hipótesis que se realiza sobre la conducta futura del prójimo. Se trata de una creencia que estima cómo una persona será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determinada situación. Ello sucede cuando decimos: “Voy a contarle todo a mi padre; tengo confianza en que me entienda y me ayude.” La confianza, en este caso, es una actitud que concierne al futuro, en la medida en que éste dependa de la acción de un otro. Estamos apostando a no inquietarnos por el no control del otro y del tiempo. Entonces, con la confianza se suspende temporalmente la incertidumbre acerca de las acciones de los semejantes, y así es posible un cierto grado de regularidad y predicción en las acciones sociales.
La confianza se ve más o menos reforzada en función de las acciones de la otra persona y de la experiencia. Si el padre ayuda al hijo, la confianza saldrá fortalecida; de lo contrario, se verá traicionada y, en el futuro, lo más probable es que el hijo no actúe de la misma forma. Pero, asimismo, si nosotros cometemos un error o nos lo cometen, terminamos perdiendo confianza. Y empezamos a comparar. Sacamos conclusiones de nuestros logros en el pasado; evaluamos la conducta de nuestros padres, amigos, profesores y socios; calificamos si nos fue bien o mal en anterior ocasión. Así comienzan las dudas.
¿Por qué nos cuesta trabajo desarrollar confianza en los demás? Tal vez hemos sufrido un abuso o abandono físico o afectivo; es posible que nos hayan rechazado por aquello que sentimos o creemos. Quizá nos han herido emocionalmente en el pasado, y no estamos dispuestos a que nos lo hagan de nuevo. Tal vez acabamos de pasar por alguna relación problemática, en la cual se nos maltrató, no se nos comprendió, o se nos ignoró. Puede ser que hemos crecido en una ambiente impredecible y volátil. Las personas con una sana autoestima se comportan con confianza. En cambio las que la poseen en grado pobre, ni siquiera tienen confianza en sí mismas. Ayudarnos a construir confianza es un proceso de aprendizaje. Hay que comenzar por elaborar confianza en uno mismo. Piense siempre en un final ganador. Si no llegó al menos lo intentó. Haga una lista de lo que le gusta a sí mismo y de lo que sabe hacer mejor. Léala con frecuencia. Recuerde que no necesita el valor de otra persona para saber quién es usted. Hable con esa persona que usted estima comprensiva, cuando se sienta en una situación delicada. La retroalimentación positiva que reciba le aumentará su confianza. Asuma acciones de riesgo. Enfréntese al miedo. Haga lo que nunca hizo. Salir airoso de esas situaciones incrementará la seguridad en sí mismo.
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