El respeto es el puente esencial en los contactos interpersonales. Consiste en reconocer los intereses y sentimientos en una relación. El respeto no sólo se da en los vínculos individuales. Ocurre igualmente en las relaciones intergrupales y entre países y organizaciones de diversa índole. El respeto es una actitud. No consiste en los buenos modales o amabilidad. Es el reconocimiento de la persona como individuo, que necesita que se le comprenda. Básicamente, es aceptar y descifrar tal y como son los demás, aceptar y entender su forma de pensar, aunque no sea igual a la nuestra. El respeto se debe dar incluso si pensamos que el otro está equivocado. El respeto es aceptar y comprender al humilde y al engreído, al pobre y al rico, al sabio y al ignorante, porque todo ser humano merece nuestra atención, sin importar su condición. Si alguien actuó mal, debemos respetarlo e invitarle hacia el camino correcto, sin imponerlo.
Respeta al humilde pero honesto, porque sin su trabajo su vida sería una desdicha. Respeta al engreído, porque gracias a su actitud tu puedes conocer la sencillez; respeta al colérico, porque gracias a su rabia aprendes sobre la importancia de saberse controlar.
No sólo las personas merecen nuestro más profundo respeto. También las plantas, los animales, los ríos, lagos y mares, pues la creación es el regalo más grande que se nos ha dado. Ni hablar del respeto a los derechos de los demás y el respeto a las leyes. Pero, ¡qué difícil se hace! El carro que no arranca inmediatamente al cambiar el semáforo nos hace presa fácil de la intolerancia. Es que el respeto, muchas veces, se pierde desde la infancia. Pero es, precisamente, desde los comienzos cuando, poco a poco, se puede cultivar en el corazón, alimentando esta actitud con su ejercicio constante. Las tentaciones para sucumbir pueden ser muchas, pero mantengámonos firmes, que la perseverancia rendirá sus frutos.
Hay procederes diarios que nos ayudan a fortalecer el respeto. Los podemos convertir en buenos hábitos. Pronto veremos resultados maravillosos. Escucha con atención. Mira con respeto a todas las personas que se cruzan en tu camino. Dale el buen día o agradécele con sentimiento. Adopta la decisión de aprender del otro. El mundo cambia vertiginosamente y tú con él. Cada persona en tu vida es una ocasión para aprender y crecer. Colócate en los zapatos de los demás. El otro puede estar viviendo una situación difícil que tú desconoces. Trata de pensar y sentir como lo está haciendo la otra persona. Descubre su punto de vista. No seas intransigente. No desprecies y apartes a otros porque no hacen lo que tú quieres o deseas. Inyéctate de paciencia y compresión. Siempre podemos cambiar nuestra actitud o comportamiento. Nadie es más o menos que tú. Cada quien es como es. Cada uno llega a este mundo con virtudes y defectos. Estos últimos podemos resolverlos y de ellos meditar. El ejemplo es el mejor riego. Desde niños comenzamos a incorporar los valores esenciales. Enséñales a tus hijos con tu respeto hacia ellos. La próxima vez que vayas a entrar a su cuarto, tócale la puerta primero. De esa manera él tocará la tuya y ganarás su respeto. Una de los principios fundamentales de la doctrina budista es la fe en la ilimitada dignidad del ser humano, y dentro de esa tradición oriental, el diálogo puede conseguirse a través de una interacción abierta y el respeto. No en vano el Dalai Lama asegura que: “La amistad sólo puede tener lugar a través del desarrollo del respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad.”
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