domingo, 28 de marzo de 2010

Derecho por Internet

*Isaac Villamizar
Internet ya no sólo se usa para fines académicos, empresariales o militares. Con su proceso de expansión se ha abierto a todo el conglomerado, que le ha configurado una dinámica inimaginable. Es evidente que la sociedad ha encontrado múltiples beneficios de la conexión en red, lográndose el intercambio de bienes y servicios en un mercado globalizado, y extendiendo la cultura y educación por aulas virtuales. Pero asimismo, la comunidad cibernauta ha visto con preocupación los cada vez más frecuentes usos indebidos de los sistemas informáticos. Internet plantea numerosas interrogantes jurídicas. En un bloque está lo relativo a la regulación de los contenidos en la red; por el otro se encuentran las crecientes relaciones jurídicas que nacen en las conexiones digitales.
Hasta ahora, en el primer rubro la autorregulación y las acciones de ONGs han dado por tratar de crear un ambiente adecuado en el uso de Internet, específicamente en aspectos técnicos, visuales y comerciales. Hay que considerar que la red no sólo sirve de medio de información, como el centro de documentación más grande y completo del mundo, con acceso geográfico libre y sin jurisdicción, sino también como medio de comunicación, con los más variados formatos de expresión. Los fines nocivos y la comisión de delitos informáticos - en aras de proteger la libertad de difusión e información en Internet - hicieron pensar sobre su influencia en la dignidad humana, en la protección a la niñez de contenidos inadecuados, en la reclamación de la propiedad intelectual de trabajos difundidos en la red, y en la promoción de actividades terroristas, burlándose la seguridad nacional. Desde que nació Internet tomó camino alejado de las disposiciones jurídicas, pues su carácter informal y la preferencia de códigos de comportamiento ético no hicieron necesaria mayor regulación. Sin embargo, la creciente presencia social, cultural y económica de la red en las relaciones humanas aumentó los conflictos e insertó la sensación en los gobiernos del requerimiento de reglas especiales para regular el disperso universo de mensajes y espacios en Internet.
Tarea compleja. La red fue diseñada para que la información fluyera con libertad. Esa fue su razón de ser. La interrogante por dilucidar es a quién se le asignan responsabilidades. ¿Son responsables los intermediarios de Internet, que facilitan la transmisión y el alojamiento temporal de la información? ¿O son los suministradores y autores del contenido y material que se pone a disposición de usuarios de una comunidad virtual sin un asiento o domicilio físico establecido? He ahí el dilema. Es que la disyuntiva se nutre de los componentes filosóficos y epistemológicos del tema. Porque Internet se inserta en el gran concepto de ciberespacio y le sirve de plataforma. Internet es un fragmento de una evolución histórica- tecnológica-sociológica, en donde el ciberespacio se coloca más allá de las redes, de las conexiones, y crea unos confines para un sistema social con diferentes tipos de interacciones. En el ciberespacio la realidad tiende a esfumarse. Cuerpo, lugar, frontera, tienen existencia simulada y producen imaginarios virtuales. Es más, en el ciberespacio la interconexión y la sincronización sustituyen las dimensiones de tiempo y lugar, que transmutan a la simultaneidad, distribución fragmentada y masivo paralelismo. Entonces, si el legislador no comprende esta realidad virtual, no puede tampoco encontrar las reglas para regularla.*Abogado

domingo, 14 de marzo de 2010

Fuera de mi jurisdicción

Isaac Villamizar
En el final de la película “De Ladrón a Policía”, el actor Martin Lawrence, que hace el papel de Miles Logan, un robador de joyas, al ser descubierta su verdadera identidad, se encuentra en plena frontera entre Estados Unidos y México. La línea divisoria hace que sus compañeros policías le indiquen que no pueden detenerlo porque está fuera de jurisdicción. Y con ello, los agentes no se atreven a dar ni un paso para aprehender al rufián. Esto me hace recordar cómo la jurisdicción de los venezolanos nos ha sido violada a placer por la autoridad.
En el sentido de demarcación, la jurisdicción es el poder o la autoridad que se tiene para gobernar y, más concretamente, el territorio al que se extiende. Con esa acepción, podemos asegurar, tajantemente, que nuestra jurisdicción individual ha sido penetrada como le provoca al gobierno. Una Constitución que fue promulgada para garantizar los derechos privativos de los ciudadanos, es omitida en su respeto y más bien vulnerada de manera indómita. El Presidente de la República, quien está obligado por el artículo 232 constitucional a procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos, es el primero que invade nuestra jurisdicción. Nuestro espacio de armonía, de tranquilidad y de dominio personal y familiar, lo irrumpe con sus acciones, causándonos un gran desasosiego permanente. Lo primero es tratar de imponernos una ideología comunista añosa y periclitada, que no está en consonancia con el auténtico sentir y requerimiento de la nación. Luego, quiere encadenarnos a sus fofas peroratas, intentando meternos su vocinglería e imagen a nuestras pantallas y receptores de radio, a como dé lugar, incluso, a costa de la eliminación de medios no sumisos. También quiere disponer a su antojo de nuestros bienes particulares, al demarcar con su vista y orden expropiatoria, cual Real Cédula, los bienes públicos, usurpándonos la esfera privada de nuestro patrimonio.
Si hablamos de la Asamblea Nacional, ésta ha sido la gradería para aplaudir tales desmanes, legislando inconstitucional e ilegalmente, para darle supuestos visos de legitimidad a tanto desafuero. Capítulo deplorable aparte en este exceso institucional merecen el Poder Judicial y el Ministerio Público, que han trastocado la exégesis, para convertirse en instrumento de ataque y persecución a la disidencia y para infligir lesión mortal, “en nombre de la República y por autoridad de la ley”, a los derechos constitucionales de libertad personal, respeto a la integridad física, psíquica y moral, inviolabilidad de las comunicaciones, debido proceso y derecho a la defensa, libre tránsito, libre expresión de pensamiento, comunicación plural, vida privada e intimidad, y manifestación pacífica.
En conclusión, este régimen ha cometido las tropelías más grandes en el traspaso de límites de nuestros derechos personalísimos. Pero llegará el momento – como siempre se ha dado en la oportunidad histórica mundial - de rescatar el fuero personal, la quietud para nuestra morada y dominio de los pensamientos, derechos e intereses propios y familiares. Será cuando le podamos asegurar al imperio del abuso: “Estas fuera de mi jurisdicción”.

¿Un nuevo Génesis?

Isaac Villamizar
Quizá sea la pregunta más intrigante que se haya hecho el ser humano en todas las épocas. Quizá sea el mayor misterio aún no develado definitivamente. En todo caso, la interrogante siempre aparece desde la perspectiva que se vive en el momento de plantearla. Tal vez por eso hayan surgido tantas teorías y posiciones filosóficas y cosmológicas para responder a esta incógnita: ¿Cómo se originó el Universo? O para hacerla de otra forma: ¿De dónde viene el mundo?
¿Qué había antes del principio? ¿Una nada vacía y silenciosa? ¿Una confusión de tinieblas que cubrían el haz del abismo? ¿Una extensión sin límites aproximada a la idea del infinito? La antigua versión bíblica del Génesis comenzaba en el versículo quinto del capítulo segundo. Allí no se sabe cómo fueron creados el cielo y la tierra. Dios es un alfarero que moldea la arcilla para crear al hombre y lo sitúa en un jardín. ¿Pero de dónde vino el polvo? Queda la angustia y la imprecisión. En el primer capítulo del Génesis –algunos lo atribuyen posterior al segundo – Dios, levantado sobre un mundo oscuro, confuso, de tinieblas, crea el cielo, la tierra y la luz. La creación es una preciosa arquitectura de orden, de sentido, de propósito y de gloria. La luz, el espacio y el tiempo en siete días, fueron los grandes pilares del mundo. Esta sería, en el siglo XV aC, la visión mosaica del principio.
En la Física Cuántica el vacío era una neblina muy sutil, donde tiempo y espacio se confundían el uno con el otro, en una especie de espuma diminuta, atomizada, inquieta, que se rasga y se rehace incesantemente. En realidad, el vacío cuántico es una fluctuación, una agitación y novedad permanente, que se manifiesta como producción y aniquilación de partículas y antipartículas, una continua variación, agitada bruscamente, apareciendo y desapareciendo, agrietándose y rehaciéndose. De esos cambios del vacío se pasó a espacio y tiempo, a luz y materia, a una realidad regida, a una extensión vastísima de universo. Es más, en la teoría de la cosmología inflacionaria – el universo en expansión exponencial – el vacío pasa a ser un bullir incesante de creaciones y aniquilaciones, una cuna tempestuosa de universos. Esta es una de las visiones del siglo XX sobre los orígenes.
Pero en pleno tercer milenio, ¿qué pensamos de la fundación del cosmos? Nuestra realidad es otra, muy diferente. Vivimos en un entorno de recientes descubrimientos de antinúcleos atómicos masivos de antimateria, que modifican la tabla periódica 3D y la comprensión de los agujeros negros; de dispositivos de micro-oídos que permiten conocer los sonidos del mundo microscópico, para escuchar las células, partículas o bacterias cuando se mueven; de neurotransmisores, neurociencias y neuroingenieros que han logrado detener la actividad neuronal con estímulos lumínicos; de física de partículas o física de altas energías, donde otros universos del multiverso presentan interacciones y condiciones de vida muy diferentes a las de nuestro propio universo; de liberaciones de energías tectónicas que achican la duración del día y desplazan el eje terrestre. Entonces surge una interrogante temible. ¿Estaremos manipulando el vacío cuántico y produciendo la destrucción de nuestro actual universo? ¿Será que en el futuro otras especies biológicas de cerebro más poderoso y mente más refinada estarán escribiendo un nuevo Génesis?

Esclavitud por ideología

Isaac Villamizar
Ciertas tribus africanas raptan algunos vecinos, los hacen esclavos y los drogan para abusar sexualmente de ellos. El deterioro físico de los sometidos es tal que acaban falleciendo. En cualquiera modalidad de esclavitud hay dominio sobre el otro, perdiéndose la capacidad de disponer libremente de sí mismo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, desde 1948, postula que nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas. Sin embargo, en algunas zonas marginales del mundo islámico se mantiene la esclavitud bajo diversas formas de servidumbre. Estudios sobre la nueva esclavitud en el mundo global aseguran que existen más de 27 millones de esclavos en el orbe. Uno de los países que mantiene la esclavitud y la protege en la práctica es Mauritania, al noroeste de Africa, a pesar que en septiembre de 2007 se promulgó una ley que la criminaliza. En zonas donde no hay administración gubernamental o no se llega fácilmente, como en la Selva Amazónica aún existe la esclavitud. En Sudán los esclavos, principalmente mujeres y niños de la tribu Dinka, en operaciones de compraventa que se realizan en modernos mercados, tienen un costo entre 15 y 90 dólares. Se les obliga a cambiar de religión y a convertirse al Islam. Les cambian sus nombres por otros árabes y son forzados a hablar una lengua que no conocen.
Históricamente la esclavitud responde al fortalecimiento y sostenimiento de la actividad económica, al emplearse a los esclavos como mano de obra. Investigaciones sostienen que hay una relación recíproca entre esclavitud y capitalismo, y que mientras varía el dinamismo de éste, el carácter represivo de la actividad laboral también varía. Agregan que capitalismo y democracia parten de creencias diferentes sobre la adecuada distribución del poder, pues la una cree que es deber de los económicamente fuertes expulsar a los no aptos del negocio y eliminarlos, mientras que la otra se basa en la distribución equitativa del poder político. Pareciera que la escasez de controles, la falta de educación, el desinterés a nivel individual y social, la falta de leyes - o de su aplicación – que garanticen la igualdad y protección jurídica de las personas, la complicidad encubierta, el cierre de canales de información y denuncia, los conflictos raciales y de género, propician la explotación de personas bajo esclavitud y servidumbre.
Pero resulta que la esclavitud suele reaparecer en la misma proporción en que avanzan las formas autoritarias de gobierno. Y es cuando ocurre no sólo la servidumbre por deudas, sino también la participación obligatoria de ciudadanos en trabajos públicos en el contexto de una ideología, tal como sucede en algunos países asiáticos, como Vietnam, y en otros países africanos, como República Centroafricana, Sierra Leona y Tanzania. En estos casos, el Estado somete al empleado con salarios míseros, deuda, falta de pago, extensas jornadas laborales, posturas corporales perjudiciales en la actividad, grandes esfuerzos físicos o mentales, manipulación de productos tóxicos, ambientes insalubres, tratos inhumanos, ausencias de descansos, trabas y prohibición del abandono del empleo.El Gobierno de Venezuela ha sido demandado por esclavitud moderna. Es la muestra del tráfico de la miseria humana y de la condición denigrante del ser con las que el comunismo y socialismo del siglo XXI practican hoy el vasallaje.