viernes, 26 de agosto de 2011

¿Reconciliación o impunidad?


Hay unos escenarios planteados de llegar a ganar la oposición las elecciones del 2012. Se ha mencionado que de ser así, debe haber una reconciliación nacional. Se asegura que los venezolanos no queremos más odios, más divisiones, más persecuciones, más exclusiones. Se menciona que se requiere de un proceso de paz, de amnistía, de encuentro, de inclusión. Se indica que de perder el oficialismo las elecciones, no debe haber una cacería de brujas, retaliaciones, ni venganzas. Estoy de acuerdo, absolutamente, que a los venezolanos nos hace falta buscar la reunión y el bienestar común, así como el respeto al pluralismo y el debate constructivo de ideas. Pero aceptar la impunidad, al término del período constitucional, sería un grave precedente.
La actividad de la administración pública en Venezuela se rige por unos principios. Uno de ellos está consagrado en la Constitución y en Ley Orgánica de la Administración Pública. Nos referimos al principio de rendición de cuentas. Cuando se elige a un funcionario para desempeñar altos cargos, los electores le transferimos un mandato y aunque la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, éste le encarga la responsabilidad de conducir la administración del Estado y la gestión pública con la mayor eficiencia. De tal manera que ese funcionario, al término de su mandato, nos debe explicar a los electores y administrados cuáles fueron los resultados de su gestión y cómo manejó los dineros públicos.
Por ello, si bien estoy de acuerdo en que habrá que integrar a todos los venezolanos en la reconstrucción del país, que se encuentra hundido en todos sus órdenes, seré el primer venezolano en exigir responsabilidades. Habrá que indagarle al Presidente de la República, responsable de sus actos y de los deberes inherentes a su cargo, por qué teniendo la obligación, según el artículo 232 constitucional, de procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos, fue el primero en desconocerlos, en violentarlos, en imponer sus propios intereses por encima del bienestar común. Habrá que exigirle al gabinete ministerial cuentas del por qué estando en colapso la salud, siendo sometido todo el colectivo a la inseguridad, e incrementándose la pobreza con la inflación que arruinó los bolsillos de todos los consumidores, llevando el país a la bancarrota y al endeudamiento por la eternidad, se entregaron los ingentes recursos de la renta petrolera a naciones extranjeras y se puso en manos de un solo país caribeño la gestión de los aspectos más importante de la administración del Estado.
Lo mismo deberá suceder, en su oportunidad, al requerir responsabilidades a los diputados que aprobaron leyes írritas; al Poder Judicial que acomodó la justicia a los intereses partidistas; a la Contraloría General que hizo mutis ante la escandalosa corrupción; al Ministerio Público que engavetó averiguaciones contra funcionarios públicos del oficialismo; y a la Defensoría del Pueblo que sólo defendió la permanencia en el poder de la tiranía y el absolutismo.
Reconciliación no es incompatible con responsabilidad. Ese es el verdadero discurso que se precisa dirigirle al colectivo. Sólo así habrá ejemplo y saldremos fortalecidos como nación.

Columna Firme


Ser columnista de prensa no es tarea sencilla. Requiere de particulares cualidades, destrezas y conocimientos. En primer término, el articulista debe ser un permanente observador de la realidad. Supone que el escritor debe estar atento a todo acontecimiento que, filosóficamente hablando, pueda presentarse a la conciencia de la experiencia. Ello también conlleva, entonces, a poseer un fino sentido de percepción, para recoger, interpretar, analizar y almacenar los datos que le proporciona esa realidad.
Como columnista de un medio de comunicación escrito, sea diario o revista convencionales, expresamos la propia opinión sobre una noticia de actualidad o sobre un tema en diferentes ámbitos. Se recorren las situaciones que se presentan en lo político, social, económico, internacional, cultural, educativo, deportivo o cualquier asunto que merezca un aporte o punto de vista. El columnista tiene su propio criterio y lo expresa en sus cuartillas. Pero también se coloca en la posición del lector que, aunque pueda compartir intereses comunes sobre el tema tratado, difiere muchas veces en su juicio y forma de enfocarlo. De tal manera que es una interacción, a través del medio, entre la posición del escritor y las disímiles opiniones de los lectores.
Redactar la columna implica una destreza que se adquiere no solo académicamente, sino con base a la experiencia. Al cumplir 28 años en este oficio, podemos asegurar, con la mayor firmeza, que escribir para la prensa, no sólo es un arte, como una responsabilidad. También implica el desarrollo de una técnica especial. La idea la proporciona esa realidad. Luego se madura en su desarrollo mental. Se amplía con lo observado, incluso con entrevistas, con el conocimiento que de lo tratado se posee, con la experiencia que como protagonista ha tenido el escritor. Esa idea toma cuerpo y se impregna de argumentos, que deben ser sólidos y a la vez enriquecedores, para generar más opinión. Porque si la columna no genera reflexión, poca utilidad tiene.
Después viene el teclear. Un título corto, impactante y vinculado al tema es el primer gancho para atraer al lector. El primer párrafo sirve de conector entre el título y el cuerpo del tema, para fijar la lectura del lector. Luego prosigue el desarrollo del tema, con todo su razonamiento. Finalmente, el cierre debe ser el postre que le dé gusto a esta obra. El remate debe dejar en la mente del lector una impresión, una huella, que le permita emitir juicio y aportar valor agregado al escrito. Dejar madurar el artículo, antes de su publicación, es muy recomendable.
Hoy día los medios digitales, en particular los blogs, han extendido el alcance de las columnas. Y han incrementado en grado sumo para el columnista la retroalimentación que le dan sus lectores. Sin embargo, el articulista debe generar su opinión y dejar que sean los lectores que expresen libremente sus puntos de vista, aceptando y respetando todos ellos.
Un buen columnista es un actor social, es un motor de la opinión pública. Un buen columnista hace sorber y paladear al lector, con exquisito gusto, las letras de su escrito. Y busca dejar en él la sensación de haberse deleitado con algo que no sabía y que le satisface saber.