viernes, 4 de febrero de 2022

Honor a quien honor merece: Isaac Villamizar

Foto: Manuel García

** Artículo publicado en la web de la Unet: Universidad Nacional Experimental del Táchira 

por: Ricardo Ramírez Rivas


Se teñía la mañana de colores azul cielo, rosa apamate, verde follaje para dar la bienvenida a quienes hicimos vida universitaria finalizando un siglo, comenzando el que vivimos. Entre nosotros caminó Isaac Villamizar, un hombre enamorado de la UNET.

Tuve el honor de conocerlo, como todos, tenemos vidas paralelas que se conjugan en el sustantivo del reconocimiento por quienes en algún lugar del tiempo compartieron un momento que se hizo para siempre.

Hablar de él, es un atrevimiento, de sus virtudes como ser humano, de su amor a la familia puesta de manifiesto en cada palabra pronunciada, de la pasión por la universidad en cada defensa que como consultor jurídico le correspondió.

La entrega como docente para que el alumno encontrara la respuesta inquietante, del entusiasmo por la locución que lo llevo a compartir el micrófono en las mejores emisoras de la ciudad, y la fogosidad que le imprimía al escribir para su columna de fin de semana, sus opiniones y su amor por Venezuela.

De lo malo si tal vez tuvo algún acto, lo desconozco, y si lo hizo, lo hizo por humano, al fin y al cabo, era un hombre. Isaac de pulcro vestir y de bigote bien cuidado, de modales citadinos, de andar pausado, pero sobretodo un amigo. Aún está el eco en las paredes de sus apreciaciones del devenir de los acontecimientos que se generaron en su amada universidad, para la cual no existía calendario, hora, su entrega fue total.

De la UNET, se despidió porque su cuerpo le reclamo una pausa, sin embargo, continuó asesorando al equipo legal de la institución y a quienes le solicitaban un consejo en su necesidad. Se dedicó intensamente en su refugio a escribir del encanto de vivir al describir las fotografías de remotos y cercanos lugares. Del acontecer político que refrendaba con un “No sea tan toche” como gocho arraigado.

Recuerdo de esas conversaciones en la oficina de prensa de la universidad, la que visitaba con frecuencia, él era uno de nosotros. Nos alimentaba con los actos y procederes de la consultoría jurídica para la agenda comunicacional, hablaba de sus viajes que describía en imágenes, de sus pareceres y la historia contemporánea de San Cristóbal que vivió de la voz de su padre.

Isaac el doctor, como era reconocido, tuvo la fortuna de sembrar a buen riego amistades y respetos, despojado de codicias y egos. Un estudioso permanente de lo que le interesaba y giraba a su alrededor. Fue hijo educado con Fe, temeroso y cortés.

Se fue el doctor, y recuerdo el cuento que una tarde de café nos echó, de ese muchachito de que corría junto a su hermana por las canales de desagüe de la embotelladora que una vez existió en su Palmira, que como travesura visitaban a escondidillas con el perplejo de la industria que allí sucedía y regresaban cuando el sol caía, y los colores se desteñían para dar entrada a la noche.



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