ISAAC VILLAMIZAR
No hay nada que enmendar. Nuestra Constitución, en cuanto a reelección de cargos de elección popular se refiere, está correcta. No hay nada que corregir. Un período presidencial inicial, con la posibilidad de una reelección definida, temporal, cierta en su término, es lo adecuado al sistema republicano que tenemos y al régimen de democracia que nos es propio. Con la Constitución de 1999, se refundó una República, con la esperanza de un cambio, lo que aún - en cuatro años venideros - espera el pueblo.
No hay nada que enmendar. No es lo conveniente a la patria la reelección continua, la reelección indefinida, la reelección sucesiva, la postulación permanente de candidatos o como se le quiera llamar. Es lo mismo. No hay que enmendar porque los jóvenes, los líderes de la comunidad, nuestros hijos, nuestros nietos, tienen igual derecho a ser Presidente, Gobernador, Alcalde o Diputado. No hay nada que enmendar, porque el pueblo es el titular de la soberanía, el dueño del destino del país. No hay nada que enmendar porque el futuro de la Nación no se construye con una idea única, con un solo pensamiento, con un mismo proceder. No hay nada que enmendar, porque el pueblo es sabio, y no es el que ha cometido errores. Quien debe enmendar, quien debe corregir, quien debe cambiar, quien debe reparar, quien debe rectificar, quien debe mejorar, quien debe revisar, es el Presidente de la República, que ha tenido, como nadie, la ocasión de llevarnos en 10 años a niveles de altísima prosperidad, de calidad de vida envidiable a nivel mundial, de prosperidad, de salud inmejorable, de desarrollo humano espléndido, pero que con el dispendio más grosero de los colosales ingresos de dólares que ha tenido Venezuela, nos ha conducido a la miseria, a la desigualdad, a la pobreza, al abandono, a la inequidad, al odio entre hermanos.
Haré la cola, sin cansancio alguno, las veces que sea necesario, para votar por la defensa, la preservación, la restitución, la garantía de cumplimiento de la Constitución vigente. Es el deber que me impone mi conciencia y también la Carta Magna, en su artículo 333, cuando me pide, como ciudadano, mi cuota parte para restablecer su efectiva vigencia. Lo haré también para decirle al Presidente de la República, con el ejercicio del voto, del mecanismo del referendo como democracia participativa, que él también, conforme los artículos 232 y 236 constitucional, está obligado a respetar la dignidad de las personas, a procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos, y a cumplir y hacer cumplir esa Constitución que fraudulentamente pretende enmendar.
Me haré acompañar hasta la máquina, como lo he hecho en los últimos procesos electorales, de mi menor hija de 6 años, para enseñarle, una vez más, que estoy luchando por su porvenir, que estoy comprometido a dejarle - con mi opinión que decide, con mi concurrencia a la jornada referendaria - un país en paz, en tranquilidad, con seguridad personal, social e integral, con estabilidad laboral, con buenos servicios públicos, con una educación de calidad y con oportunidades de progreso.
He hecho la cola en el banco, en el supermercado, en la gasolinera, en el estadio, en el concierto. Por Venezuela, por su destino y por mi familia, esta vez estaré en la fila el 15 de febrero como el más responsable de sus ciudadanos. Y al final del camino habré dicho: ¡no hay nada que enmendar!
No hay nada que enmendar. Nuestra Constitución, en cuanto a reelección de cargos de elección popular se refiere, está correcta. No hay nada que corregir. Un período presidencial inicial, con la posibilidad de una reelección definida, temporal, cierta en su término, es lo adecuado al sistema republicano que tenemos y al régimen de democracia que nos es propio. Con la Constitución de 1999, se refundó una República, con la esperanza de un cambio, lo que aún - en cuatro años venideros - espera el pueblo.
No hay nada que enmendar. No es lo conveniente a la patria la reelección continua, la reelección indefinida, la reelección sucesiva, la postulación permanente de candidatos o como se le quiera llamar. Es lo mismo. No hay que enmendar porque los jóvenes, los líderes de la comunidad, nuestros hijos, nuestros nietos, tienen igual derecho a ser Presidente, Gobernador, Alcalde o Diputado. No hay nada que enmendar, porque el pueblo es el titular de la soberanía, el dueño del destino del país. No hay nada que enmendar porque el futuro de la Nación no se construye con una idea única, con un solo pensamiento, con un mismo proceder. No hay nada que enmendar, porque el pueblo es sabio, y no es el que ha cometido errores. Quien debe enmendar, quien debe corregir, quien debe cambiar, quien debe reparar, quien debe rectificar, quien debe mejorar, quien debe revisar, es el Presidente de la República, que ha tenido, como nadie, la ocasión de llevarnos en 10 años a niveles de altísima prosperidad, de calidad de vida envidiable a nivel mundial, de prosperidad, de salud inmejorable, de desarrollo humano espléndido, pero que con el dispendio más grosero de los colosales ingresos de dólares que ha tenido Venezuela, nos ha conducido a la miseria, a la desigualdad, a la pobreza, al abandono, a la inequidad, al odio entre hermanos.
Haré la cola, sin cansancio alguno, las veces que sea necesario, para votar por la defensa, la preservación, la restitución, la garantía de cumplimiento de la Constitución vigente. Es el deber que me impone mi conciencia y también la Carta Magna, en su artículo 333, cuando me pide, como ciudadano, mi cuota parte para restablecer su efectiva vigencia. Lo haré también para decirle al Presidente de la República, con el ejercicio del voto, del mecanismo del referendo como democracia participativa, que él también, conforme los artículos 232 y 236 constitucional, está obligado a respetar la dignidad de las personas, a procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos, y a cumplir y hacer cumplir esa Constitución que fraudulentamente pretende enmendar.
Me haré acompañar hasta la máquina, como lo he hecho en los últimos procesos electorales, de mi menor hija de 6 años, para enseñarle, una vez más, que estoy luchando por su porvenir, que estoy comprometido a dejarle - con mi opinión que decide, con mi concurrencia a la jornada referendaria - un país en paz, en tranquilidad, con seguridad personal, social e integral, con estabilidad laboral, con buenos servicios públicos, con una educación de calidad y con oportunidades de progreso.
He hecho la cola en el banco, en el supermercado, en la gasolinera, en el estadio, en el concierto. Por Venezuela, por su destino y por mi familia, esta vez estaré en la fila el 15 de febrero como el más responsable de sus ciudadanos. Y al final del camino habré dicho: ¡no hay nada que enmendar!
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