miércoles, 2 de septiembre de 2009

UN ABRAZO FRONTERIZO


ISAAC VILLAMIZAR
Como venezolano, como tachirense, como sancristobalense, como habitante de frontera, me declaro a favor de la amistad colombo-venezolana. Apoyo cualquier iniciativa que tienda a consolidar los estrechos e inquebrantables lazos que nos hermanan con el hermoso y noble país de Colombia. Somos gente que nos acerca una misma cultura, historia, comercio e idioma.
El Libertador entendió que venezolanos y colombianos estamos llamados a la reunión, a la coincidencia, a la armonía, a la avenencia. Ese fue su sueño cuando quiso congregarnos a la América meridional en una gran confederación. “Nuestras repúblicas se ligarán de tal modo, que no parezcan en calidad de naciones sino de hermanas, unidas por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía, y ahora vamos a abrazar una misma libertad con leyes diferentes y unos Gobiernos diversos; pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía, según la voluntad de su conciencia”, afirmó Bolívar en 1825. Así también lo entendemos tachirenses y nortesantandereanos, cuando a diario incrementamos estos vínculos de fraternidad.
Conozco muy bien estos sentimientos, porque así me los recuerdan mis raíces y mis ancestros, que vienen de Colombia. La sangre de mi tatarabuelo Don Lorenzo Villamizar Contreras, quien ejerció como Juez en Pamplona, durante 30 años, así me los evoca. Es que colombianos y venezolanos hemos sido aguerridos en la causa de la libertad de nuestros pueblos. Reminiscencia de ello es la actuación de otra antepasada e insigne dama, como lo fue Doña María Agueda Gallardo Guerrero de Villamizar, a quien se le considera heroína pionera de la revolución neogranadina, al proclamar la independencia de Pamplona, el 4 de julio de 1810. Fue casada con Don Juan Antonio de Villamizar y Peña, Alcalde de la Santa Hermandad de San Pedro, una de las más importantes de América, Sargento Mayor del ejército comunero y Teniente de Corregidor y Justicia Mayor de la Provincia de Pamplona. Doña Agueda, nacida en un hogar de alcurnia y de abundantes bienes económicos, considerada la Señora más respetable y rica de Pamplona en su época, y en cuya casa se realizaban tertulias sobre el tema de la independencia, con la lectura de “Los Derechos del Hombre y del Ciudadano” y “El Contrato Social” de Rousseau, ya había tenido el 29 de junio de 1810, día de la festividad de San Pedro, un fuerte altercado con el Corregidor español Juan Bastús y Faya, quien en plena plaza pública ordenó suspender la festividad patronal y el retiro de todos a sus casas. Entonces, aquella fecha libertaria del 4 de julio, cinco días después de estos hechos, el Corregidor Bastús y Doña Agueda volvieron a entablar una acalorada discusión, y ante las insolentes palabras del mandatario, la aguerrida dama arrebató el bastón de mando que sostenía el Corregidor. Inmediatamente, la gente se amotinó alrededor, apoyó a Doña Agueda, rodearon al gobernante, y el pueblo enfurecido lo condujo preso a la Casa del Cabildo. Así se declaró la independencia de Pamplona, y por ello el Libertador la calificó como “Ciudad Patriota”.
Asimismo, he apreciado esta solidaridad como Profesor de Postgrado en la ilustre Universidad Francisco de Paula Santander, en Cúcuta. Por ello, propongo que un día específico tachirenses y nortesantandereanos concurramos al Puente Simón Bolívar, y nos demos un abrazo de hermandad fronteriza. Así le diremos al mundo que somos gente de paz, ajenos a conflicto alguno. ¡Viva Venezuela! ¡Viva Colombia!

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