jueves, 7 de julio de 2011

La vida es un papel


Isaac Villamizar
Cuando venimos al mundo llegamos con cuerpo, alma y espíritu, Y al irnos de aquí, dejamos cuerpo y alma, trascendiendo el espíritu, según muchas religiones. En nuestro primer soplo y llanto, agarrados de los pies del partero, no tenemos sino lágrimas que nos identifican. El Derecho dice que tenemos en ese justo instante, en principio, personalidad jurídica. Basta que hayamos nacido vivos, para reconocernos la cualidad de persona.
Pero tan pronto entramos en el retén de nacidos y en la incubadora, comienza el ejercicio de un derecho fundamental: el de la identidad. Somos quienes somos y no otra persona. Y ese derecho, en su antecedente, parte de un nombre que nos han asignado al pie de la cuna, en una etiqueta. A los pocos días se inicia formalmente nuestra vida civil inscribiéndonos en el Registro Civil de Nacimientos. Nos expiden una Partida de Nacimiento, documento que prueba que nacimos.
Casi inmediato a esta certificación de la vitalidad de la persona, comienza para ella, por toda su existencia, el “papeleo” que le seguirá, incluso hasta después de morir. Si no hay cédula no podemos hacer ninguna gestión, Para viajar nos asignan un pasaporte. Para conducir necesitamos de una licencia. Para donar sangre u obtener otros trámites se requiere un carnet del grupo sanguíneo. Si vamos a comenzar un oficio, en muchas partes, nos exigen un certificado de salud. Una calcomanía del censo en la puerta de la casa nos dice que ya la estadística nos considera población del país. En el trabajo nos cuelgan un carnet en el cuello para identificarnos como miembro de la organización. Hasta para acceder, en ciertas instalaciones, a áreas restringidas, ese carnet es necesario exhibirlo.
Ser adulto, entonces se nos vuelve complicado. Nos vemos inmersos en una serie de trámites, a los cuales debemos dedicarles bastante tiempo, para que nos acepten en la sociedad. Y si no cumplimos con esas diligencias, podemos seguir respirando y viviendo, pero no evolucionando.
A medida que hemos entrado en la vida digital, en la era electrónica, en los adelantos de la
informática, los papeles se han convertido en tarjetas inteligentes con chip incorporado. El plástico con esta tecnología, no sólo brinda capacidad de almacenamiento de información, seguridad en transacciones y mayor funcionalidad, sino también nos ha asignado un número de tarjeta, junto con una contraseña, para poder realizar operaciones electrónicas, sea en el banco, sea en la red, sea en Internet, sea en Intranet. Nuestro correo, ahora digital, solo nos permite establecer comunicación, única y exclusivamente con estos datos inteligentes. Nuestras tarjetas electrónicas de crédito, de débito, de cesta ticket, de acceso las puertas de la oficina, se han trocado – de papel al plástico – en documentos esenciales para la inhalación y exhalación del oxígeno electrónico. ¿Qué es esto? ¿Desde cuándo dejamos de ser personas para convertirnos en etiquetas numéricas IP, protocolos de acceso a redes, contraseñas, claves y passwords, que autentican ahora cómo nosotros somos usuarios electrónicos encapsulados, y no cuerpo, alma y espíritu?

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