sábado, 24 de septiembre de 2011

Einstein místico


Isaac Villamizar
“La experiencia más hermosa y más profunda que nos ha dado sentir es la del misterio. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido.” Este pensamiento de Albert Einstein nos revela una faceta no tan divulgada como el interés que él tuvo por la matemática, la física y la filosofía. Nos referimos al misticismo. Lo insondable, la búsqueda de respuestas más allá de los parámetros del tiempo y espacio, siempre ha despertado la curiosidad humana por entender lo que trasciende las palabras, lo finito, es decir, el encuentro con la realización. Realizarse uno mismo debe ser igual a ser sabio, porque el sabio es feliz y el feliz debe ser sabio. Ambos requieren expandir el pensamiento y más allá de las palabras no hay problemas, ni preguntas ni respuestas.
Einstein afirmo: “Con la fama me vuelvo más y más estúpido cosa que, de suyo, es un fenómeno muy común. El bienestar y la felicidad jamás han sido para mí fines en sí mismos. Los ideales que han iluminado mi camino y que una y otra vez me han dado el coraje para enfrentar la vida con alegría son la bondad, la justicia, la belleza y la verdad. A mí me basta con maravillarme ante el misterio.” Sus últimas palabras fueron: “He terminado mi tarea aquí.”
Einstein nunca hizo alarde de saber mucho ni de tener talento especial, salvo ser apasionadamente curioso. La fantasía significaba más para él que su capacidad para asimilar conocimiento. Un viejo solitario, sin pertenecer de corazón a un país, ni a su casa, ni a sus amigos, y ni siquiera a una familia cercana, le indujo a pertenecer a la comunidad invisible que lucha por valores supremos, repito, la verdad, la bondad, la belleza y la justicia. Einstein afirmó que lo que determina en primer lugar el verdadero valor del ser humano es cómo ha logrado la liberación de sí mismo. Creía que sería mejor para la gente que fuera como los animales, más intuitiva.
Por otra parte, siempre adujo que integramos el universo, criticando a quienes se creen separados de él. “El ser humano es parte de la totalidad que llamamos Universo. Nuestra tarea debe ser liberarnos de la prisión de experimentarnos como algo separado del Universo”, llegó a señalar el físico. Einstein observó que si percibimos los pensamientos y sentimientos como algo independiente del resto, una suerte de ilusión óptica de la conciencia, debemos luchar por liberarnos de ella y superarla, como el camino para alcanzar la paz de espíritu. Según Einstein, estamos determinados por fuerzas sobre las que no tenemos ningún control. Los seres humanos, al igual que los vegetales y las partículas cósmicas, bailamos al ritmo de una tonada misteriosa tocada en la distancia por un gaitero invisible. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. Su religiosidad consistía en una humilde admiración por ese espíritu infinitamente superior que se manifiesta en lo muy poco que alcanzamos a comprender de la realidad. A Einstein no le preocupaba el principio o el fin de la existencia concreta en el eterno fluir. El se sentía parte profunda de todo lo que vivía. Así supo reírse de sí mismo.

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