Una amiga, a quien estimo mucho y doy fe de su seriedad, me
expresaba una gran preocupación. Había replicado en las redes sociales una
cadena de un video sobre una supuesta marcha de personas desnudas por las
avenidas de Caracas en apoyo a los estudiantes vejados en la UCV. Resultó que
pudo comprobar la no veracidad de esta información, en este contexto actual,
pues se trataba del trabajo del famoso fotógrafo de desnudos Spencer Tunick,
realizado en el año 2006, en la Av Bolívar.
Yo he recibido en las redes sociales infinitud de supuestas
informaciones que terminan siendo rumores infundados. Le colocan por delante la
palabra “confirmado” y en la parte final del texto le advierten a uno, algunas
veces de manera amenazante, que si no se replica y difunde esa información, es
un maluco y estaría de acuerdo con las pretensiones de este gobierno pseudo
revolucionario. Quienes estamos cercanos al trabajo de difundir información
debemos cuidarnos en la veracidad de la misma. Una cosa es opinar, emitir un
juicio, un criterio, ideas y pareceres sobre los acontecimientos de la realidad
y otra es informar, de manera oportuna, veraz e imparcial, tal como lo expresa
el Artículo 58 constitucional, sobre dichos acontecimientos. Los comunicadores,
como todo el mundo, tenemos nuestra ideología y afectos, pero a la hora de
difundir información al público debemos realmente verificar que el mensaje es
cierto y serio, para lo cual se dispone de las fuentes necesarias, incluido uno
mismo.
Ante el cerco informativo, el blackout que este gobierno le
ha impuesto a los medios, con el monopolio en los canales oficiales, la
restricción de divisas a los impresos y la amenaza permanente con Conatel a muchas
estaciones y emisoras televisivas y radiales, debemos cuidar y saber manejar
las redes sociales, una de las pocas ventanas -hacia y desde el mundo- que aún
nos quedan a los venezolanos, para difundir lo que aquí ocurre. Recordemos que
con la última reforma de la Ley Resorte, en el año 2010, se incorporó en el
objeto de su regulación la difusión y recepción de mensajes en los medios
electrónicos. Además, el gobierno y el
Ministerio Público acarician la idea de regular Internet para tener el control
absoluto sobre este medio. Ello sin olvidar las sanciones punitivas
contempladas en la Ley Especial contra los Delitos Informáticos. Todo este
bagaje legal puede ser utilizado para acabar de cerrar la expresión,
comunicación e información que como derecho tenemos los venezolanos. Por otra
parte, una de las características de
las redes sociales, como Facebook, Twitter o aplicaciones
como WhatsApp, es la de ser herramientas de conversación con una comunidad, en donde debe haber cierto grado de
confianza y credibilidad.
Goebbels, en sus Principios de la Propaganda, señalaba que se debía aplicar y manipular en
la información cómo ella afecta al
enemigo, la supresión de información útil al contrario, la difusión de
contenidos o tonos que conduzcan al otro a sacar conclusiones erróneas, la censura
de información que genere credibilidad e inteligencia en la audiencia y la
creación de un nivel óptimo de
ansiedad. Y éste es el guion que sigue el gobierno, que se
maneja bien en el caos, la anarquía, la confusión y la guerra mediática. Creo
que a la protesta que la mayoría de los venezolanos ha expresado en estos
últimos meses (cuyos motivos sociales, económicos y políticos comparto
plenamente), le ha hecho un inmenso daño hacerse eco de rumores no confirmados,
generados en laboratorios informáticos. La información fidedigna, aparte de
constituir un derecho humano constitucional, es un poder que tiene el
ciudadano, que le permite tomar decisiones oportunas y adecuadas. Seamos
inteligentes con el uso de este recurso. Porque obtener información es una cosa. Pero
otra muy diferente es saber lo que significa y cómo utilizarla.
*abogado,
locutor, columnista y bloguero
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