lunes, 18 de abril de 2016

El cargo a la orden de la soberanía

*Isaac Villamizar

Venezuela se encuentra en una encrucijada. Un camino podría llevarla a su desplome total, a las puertas de su tumba, con un cáncer de metástasis irreversible, con un acabose institucional, político, social y económico. Otro camino podría conducirla a un horizonte esperanzador, tal vez a largo plazo, para consolidar su reconstrucción, a un esfuerzo bárbaro para recuperar sus valores y principios mortalmente diezmados, pero aún rescatables en el deseo profundo del venezolano que ama este terruño.

Para adentrarnos en el segundo escenario, no se puede perder tiempo. Hay acciones que requieren una decisión y acción de plazo vencido. Seguir con este desastre económico nos va a llevar a la ruina, a la miseria, al hambre a todos los venezolanos, sin excepción. Porque las entrañas, cuando no hay alimento, no preguntan si la lengua es roja, azul o amarilla. Simplemente es cuestión de supervivencia. Si no sobrevive el país, no sobrevivimos sus habitantes. La educación y el trabajo, según la Constitución, son procesos fundamentales para alcanzar el desarrollo de la persona y la prosperidad y el bienestar del pueblo. Yo incluyo también a la familia, núcleo en donde hay que consolidar el respeto, la responsabilidad, el compromiso y la sana convivencia. Pero estas herramientas van a surtir su efecto a largo plazo. Porque recuperar a Venezuela requiere difíciles pero necesarias ejecutorias en este 2016. Son impostergables. Algunos asoman la enmienda o la reforma constitucional. Yo comento con mis alumnos de postgrado que me parece encontrar muchos articulados beneficiosos en nuestra Carta Magna. Tal vez habría que revisar algunas normas para fortificar, para blindar con mayores garantías los principios institucionales del Estado. Pero la enmienda o la reforma, según la propia Constitución, ameritarían cambiar algunos artículos o algunos bloques de normas sin modificar la estructura de la Carta Magna, lo cual no nos permitiría revisar en profundidad el revestimiento para un mejor funcionamiento e interrelación de los órganos del Estado. Además, la enmienda o reforma requeriría abrir la iniciativa constitucional con las exigencias del número de firmas de electores o del porcentaje de diputados exigidos, la discusión de un proyecto que debería ser consensuado y la intervención del Poder Electoral, realmente controvertido en su transparencia, en los mecanismos del referendo aprobatorio respectivo, proceso todo ello que llevaría un tiempo. Similar tardanza llevaría el revocatorio del mandato presidencial.

Otros  asoman la  posibilidad de la  Asamblea Nacional Constituyente.  Aquí  me permito  diferir en algunos aspectos con los proponentes. Si la Constituyente es para solucionar la actual crisis, buscando renovar los Poderes Públicos, es una solución de mediato plazo. Porque la Constituyente no debe ser usada para cambiar gobiernos, sino para dictar una nueva Constitución, que incluya un nuevo pacto de convivencia pacífica, plural, tolerante y respetuosa. Y eso sólo se logra si cambiamos de actitud los venezolanos.

Mi propuesta, para una apertura a una solución más corta, es la exigencia constitucional, masiva, contundente y democrática de la renuncia del Presidente de la República. En ejercicio de nuestra soberanía popular, que es intransferible e inalienable -que estoy seguro está representada en estos momentos por  más de los siete millones setecientos mil electores del 6D-, la sociedad civil, con el apoyo de todos los sectores productivos, civiles y ONGs, deben conformar un bloque sumamente plural, organizado y fuerte, para exigir la renuncia de un Presidente que representa un sistema totalmente fracasado y colapsado, que no ofrece concretas soluciones y políticas publicas eficientes para oxigenar la recuperación total de la institucionalidad, de la democracia y de la satisfacción del bienestar común, y que se afirma en su necedad de no querer rectificar, ni dialogar, ni aceptar propuestas contrarias a su ideología obtusa de encarar el gobierno del país. Esto requiere de otra propuesta seria para consensuar en la conducción consecuente del poder, con la posibilidad ya más mediata de analizar las reformas necesarias institucionales y constitucionales que requiere el Estado venezolano.
*Prof de Postgrado de Derecho Constitucional

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