Isaac Villamizar
Zeus llamó a la graciosa doncella “Pandora”. Le dijo
“tu nombre significa la mujer ‘de todos los dones’. A los que acabas de recibir
añado éste mío. Se trata de este cofrecillo que llevarás contigo cuando bajes a
la Tierra. Contiene todos los males que pueden hacer llorar, sufrir, destrozar
a los hombres. Guárdate, pues, de abrirlo por nada del mundo. Si lo hicieras,
los males se esparcirían por la Tierra, mientras que aquí permanecerán
encerrados, eternamente presos, sin que puedan perjudicar a nadie.” Pero la
curiosidad de Pandora, poco a poco, empezó a inquietar su pensamiento. ¿Qué
contenía el precioso cofrecillo regalado por Zeus? ¿Todos los males? ¿Y si
abriese apenas un poquito la tapa y mirase con precaución por la rendija para
ver cómo eran? Pandora levantó la tapa, e inclinó el rostro hacia la breve
abertura, pero tuvo que apartarse rápidamente, presa del mayor espanto. Un humo
denso, negro, acre, salía en enormes espirales del cofre, mientras mil horribles
fantasmas se dibujaban en aquellas tinieblas que invadían el mundo y oscurecían
el sol. Eran todas las enfermedades, todos los dolores, todas las fealdades y
todos los vicios. Y todos ellos, rápidos, incontenibles y violentos, salían del
cofre irrumpiendo en las tranquilas moradas de los hombres. En vano, Pandora trataba afanosamente de
cerrar el cofre, de cortar el paso a los males, de remediar el desastre. El destino
inexorable se cumplía y desde entonces la vida de los hombres fue desolada por todas
las desventuras desencadenadas por Zeus. Cuando todo el humo denso se esfumó en
el aire y el cofre parecía vacío, Pandora miró al interior, y vio todavía un
gracioso pajarillo de alas tornasoladas. Era la esperanza. Se apresuró a cerrar
el cofre impidiendo así que la esperanza se escapara como el resto de su
contenido. Desde entonces, la esperanza se conserva guardada en el rincón más
profundo de los corazones de los hombres.
Los demonios, los monstruos y los fantasmas se han
desatado desde hace años. Nos han hundido en tinieblas ruines y detestables.
Jugaron con nuestra curiosidad, y en muchos con su ingenuidad. Nos han
hipnotizado con una recurrente angustia. Nos llenamos de impaciencia, pensamos
que las opciones están agotadas. El horizonte se nos torna inalcanzable.
Pareciera que nuestra protesta existencial se torna sorda, mientras que la
ignorancia mantiene a unos cuantos en esclavitud. Pero es cuando debemos revisar con cuidado
ese cofre, esa caja de Pandora y buscar hasta lo último. Es cuando allá muy
dentro de nosotros hay que ir en búsqueda de la esperanza, y no desfallecer en
su encuentro. La esperanza es importante porque nos ayuda a fijar la atención
en el lado positivo del presente, así como en el futuro. Es la realidad la que nos habla. Y la
realidad nos está diciendo que hemos avanzado mucho, en comparación con meses
atrás. El enemigo está débil, la angustia la vive ahora él. Se le han escapado
sus propios demonios incontenibles y violentos y no sabe cómo recogerlos. El enemigo
está adolorido y reacciona con fiereza, con represión, con desesperación.
Entonces, la esperanza es la vía de triunfo. Es
necesaria la fortaleza, la resistencia y la paciencia, para hacer volar ese
pajarillo de alas tornasoladas. La esperanza implica el arte de durar, porque
ella tiene necesidad de tiempo. Hagamos una pausa cuando nos sintamos
desbordados. No pasa nada por dejar aparcados los asuntos en un segundo plano
en ciertos momentos. Incluso los asuntos más importantes no lo son tanto como
el propio bienestar. Si nos tomamos la esperanza con calma, podremos establecer
objetivos, claros, concretos, medibles, realistas a corto plazo. Que no sean
expectativas excesivas, para no frustrarnos. Tampoco para la esperanza es útil
encerrarnos en prolongadas temporadas negativas. Es que la esperanza nace de
cada uno y vuelve a cada uno. Una persona positiva es aquella esperanzada. Hay
que cultivar la autoconfianza, porque la propia visión que nosotros tenemos es
la que va a ir despejando el camino o colocándole obstáculos. Es cuestión de
cada uno y de su actitud ante las circunstancias. Esto también significa que
hay que alejarse de la gente tóxica, la que trae desesperanza, la impregnada con ese humo denso, negro y acre.
Compartamos nuestros propósitos y tiempo con la gente proactiva, la que nos
anima, la que nos dice sí, en vez de no. La esperanza se cultiva poniendo el foco
de atención en todo lo bueno de la vida que merecemos, porque somos personas,
llenas de vigor y de potencialidades. Quitemos la lupa de los factores
negativos.
Pongamos a funcionar todos nuestros talentos para
cultivar nuestro potencial. La esperanza también surge del trabajo y del
esfuerzo por alcanzar una meta a través de un plan de acción. Y si ese plan es
coordinado entre quienes buscan con nosotros el objetivo común de cristalizar
la esperanza, miel sobre hojuelas.
Creo que Pandora está
a punto de dejar aflorar a Elpis, que personifica en la mitología a la
esperanza. Llegarán entonces los tesoros de la libertad, del bienestar
integral, de la verdad y de la justicia. Porque ya lo dijo Khalil Gibran: “Por
muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las
nubes.”