Isaac Villamizar
En 1896 el Gran Ferrocarril del Táchira
conectó San Félix con Encontrados, permitiendo que la profusa producción
cafetalera regional se embarcara hacia el Puerto de Maracaibo, para su destino
final en Europa y Estados Unidos. El Táchira era una verdadera potencia
económica.
Hoy el Táchira, aparte de encontrarse en
mengua, prácticamente está incomunicado y solitario. Veamos. El Aeropuerto de
Paramillo fue tomado por los militares y los vuelos particulares prácticamente
desaparecieron. El Aeropuerto de San Antonio del Táchira permanece cerrado, sin
ningún vuelo comercial y sus instalaciones abandonadas, a pesar de las mentiras
del anterior gobernador, que se llenó la boca durante cuatro años anunciando su
reapertura. En las otras dos pistas, Santo Domingo y La Fría, sólo operan dos
líneas aéreas. Si se trata del transporte extraurbano, hay empresas que de casi
200 unidades, sólo están en circulación entre 15 y 20. Las demás, en su mayoría,
están paradas por falta de repuestos y porque la rentabilidad es deficitaria.
Sumemos a esta calamidad que la gasolina
se ha convertido no sólo en un producto de contrabando y especulación, incluso
dentro de la propia ciudad de San Cristóbal, sino en instrumento de retaliación
política hacia los tachirenses, que sufrimos el vía crucis de varios días y sus
noches en cola para llenar los tanques de nuestros vehículos. Porque el
gobierno sabe que a pesar de haber ganado la mayoría de las 29 alcaldías por
los fenómenos de la abstención y de la frustración, los tachirenses no queremos
a estos pseudo gobernantes depredadores, perversos y hambreadores que nos tienen
al Táchira como la entidad más deprimida del país. Por eso nos castigan, nos
humillan y nos atacan sin misericordia alguna. Ni hablar del transporte del
ganado vacuno desde Barinas a tierras tachirenses. No dan los permisos para las
guías a fin que no tengamos carne en los comedores de la mesa tachirense, y
cuando se consigue, es a precios astronómicos.
La frontera es el mal de mayor gravedad
del Táchira. Su cierre produjo monstruosas distorsiones en la economía
regional. En otras latitudes del país muchas personas me dicen que con relación
a ellos, tenemos una ventaja. En Cúcuta podríamos conseguir lo que en otros
Estados no se obtiene y a ellos se les hace difícil comprar, en comparación a
nosotros. Eso es relativo, porque depende del precio del producto. Además la
estantería de los productos básicos de los supermercados tachirenses, con la
otra distorsión del número de la cédula para
adquirirlos, se quedan vacíos, porque de inmediato toma el camino del Norte de
Santander. Todo lo que represente algún valor aquí, lo que uno menos pueda
imaginar, pero sea valioso más allá del Puente Internacional Simón Bolívar,
desaparece en el acto.
En los múltiples e infructuosos planes
de desarrollo regional siempre se mencionaba como ventaja comparativa nuestra ubicación
geo estratégica. Pues bien, eso se quedó sólo para ver los caudales de venezolanos
que llegan al Táchira, como pueden, para
tomar la vía hacia el Terminal de Pasajeros de Cúcuta y abordar los buses que
los trasladan hacia países suramericanos.
El Táchira no se encuentra en emergencia. Ese
status hace rato lo pasamos. El Táchira está abandonado, incomunicado, en
mengua y en estertores. Nos estamos muriendo de inanición, de soledad y nuestro
espíritu combatiente está postrado. Eso de la “Tachiranidad”, “Tachiraneidad” o
“Tachirensidad”, como se le quiera denominar, es sólo una quimera. Cipriano Castro comenzó su Revolución Liberal
Restauradora con 60 hombres a caballo. Luego de cruzar el Río Táchira termina
en Caracas tomando el poder con diez mil soldados. Ese ejemplo ha quedado en la
historia como un mero símbolo de lo que fueron los tachirenses aguerridos.
Habrá que buscar nuevos alientos para cantar el Himno del Táchira, a ver si
rompemos estas férreas cadenas y el hogar tachirense vuelve a sonreír bajo un
sol todo luz.
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