Mediante la democracia, como sistema político
social, la soberanía popular participa directamente o a través de sus
representantes electos en la dirección del gobierno del Estado. Desde la
antigua Grecia, pasando por Montesquieu y Rousseau, se afirma que cuando la
democracia se corrompe aparece la tiranía, el despotismo, el autoritarismo y le
demagogia. Entonces, ¿cómo construir y consolidar una verdadera conciencia
social para defender ese sistema democrático que le permite al pueblo ser artífice de su propio destino
como parte sustancial de un Estado?
Yo creo que una estrecha vinculación entre educación
y democracia posibilita concienciar, desde los niveles iniciales de la
educación y en la formación universitaria, sobre los valores implícitos en ese
sistema de gobierno. Me parece también que existen dos artículos en la Carta
Magna de los cuales se desprende este matrimonio estrecho entre educación y
democracia. El primero lo encontramos en el Artículo 3 constitucional. Cuando
en esta norma se enuncian los fines esenciales del Estado, aparece entre ellos el
ejercicio democrático de la voluntad popular y los principios consagrados en la
Constitución. Recordemos que también el gobierno de Venezuela, en el texto
fundamental, se define como democrático y participativo. Pero el Estado, conforme
al citado Artículo 3, puede lograr esos fines a través de la educación y el
trabajo.
Por otra parte, el artículo 102 de la Constitución
contempla que la educación es democrática y que ella tiene como finalidad el
pleno ejercicio de la personalidad del ser humano en una sociedad democrática.
Estos postulados son desarrollados de manera incompleta en la Ley Orgánica de
Educación, porque este instrumento jurídico insiste en señalar como principio
de la educación sólo a la democracia participativa y protagónica y como su fin
el desarrollo de una nueva cultura política fundamentada en la participación protagónica
y el fortalecimiento del Poder Popular. Olvida el legislador que la democracia
representativa no ha desaparecido como régimen político y sistema de gobierno en
Venezuela y que convive con la democracia participativa y protagónica. Aún
elegimos a nuestros representantes para que asuman sus atribuciones en los órganos
del Poder Público y ellos deben rendir cuentas periódicas de su gestión a nosotros,
sus mandantes y electores.
De tal manera que los educadores tenemos una
inmensa responsabilidad y una oportunidad inigualable para formar en nuestros
pupilos y discípulos los valores intrínsecos de la democracia. Debe ser una
labor incansable en el aula la promoción de la libertad, la igualdad, la
solidaridad, el respeto, la tolerancia, la equidad, la justicia, el pluralismo,
la participación, la valentía, la resistencia, la honestidad, la comunicación,
la iniciativa y la responsabilidad, como valores propios de la democracia. Esto
no sólo debe ocurrir en la escuela. Debe ser una premisa en las relaciones que
ocurren en la familia, en el trabajo, en la comunidad, en la sociedad en
general, en la patria. Sólo así, considero, podríamos obtener de nuevo para las
generaciones futuras una auténtica conciencia social democrática, con sus fortalezas
y beneficios. Esto es lo que yo propugno asiduamente en mis clases de
postgrado, en mis programas radiales, en mi columna de prensa, en los medios
digitales y en las redes sociales, con lo cual también reafirmo otro componente
básico de la democracia: la libertad para expresar y divulgar las ideas, opiniones,
pensamientos e informaciones. Por ello me considero ciento por ciento demócrata,
y nada ni nadie me hará cambiar mi posición.
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