Isaac Villamizar
César Lombroso, Enrique Ferri y Rafael
Garófalo son tres autores con cuyas indagaciones los alumnos de Derecho se
encuentran en sus estudios de Criminología. Ellos representan las Escuelas del
Positivismo Criminológico, en contraposición a la Escuela Clásica o Tradicional.
Se centraron en la figura del delincuente, más que en el delito, para definir
sus características y comportamientos.
En concreto, Lombroso, bajo un esquema antropológico, señaló que el problema de la naturaleza del criminal es su ser atávico, que reproduce en su persona los instintos feroces de la humanidad primitiva y de los animales inferiores. Anatómicamente se puede explicar, entre otras, la excesiva holgazanería. La delincuencia es un fenómeno del atavismo y el delincuente es un salvaje primitivo resucitado en las sociedades contemporáneas. Es la teoría del mal salvaje, en la cual el delincuente nato es la suma de atavismo, epilepsia y locura moral. En el atávico predomina los rasgos somáticos y las características psicológicos del hombre remoto. En el epiléptico existen anomalías nerviosas y mentales que generan impulsividad explosiva. El loco moral es un ser dislocado socialmente por atrofia o dislocamiento de los sentimientos ético-afectivos.
Enrique Ferri ingresa el positivismo
criminal en el universo de los fenómenos sociales. El delito es el producto
combinado de factores biológicos combinados con factores sociales, siendo estos últimos los predominantes
en los delitos contra la propiedad. Es cierto que existen anomalías de
inteligencia y sentimientos y caracteres personales de edad, de clase social,
de instrucción y educación, pero el medio social en que vive el delincuente, el
estado de la opinión pública, la constitución de la familia, el sistema de educación,
la organización económica y política, la justicia, la policía, en fin, el
sistema legislativo y penal en general, contribuyen a la formación del
delincuente. Mundo, demonio y carne son los enemigos del hombre. El mundo equivale a lo social, el demonio a lo
físico, a las fuerzas diabólicas que de acuerdo con los mitos de los albores de
la humanidad, producían los grandes acontecimientos cósmicos, y la carne se
asimila a lo personal, a la carne débil que es cada hombre.
Rafael Garófalo se pregunta primero si
existe un delito natural, es decir, si existen hechos que en todos los pueblos
y en todos los tiempos han sido considerados como delitos. Y al buscar ejemplos
se encuentra con la hechicería, la santería, el duelo, el sacrilegio, la
piratería e infanticidio, la venta de niños, el sacrificio humano indígena, el
aborto provocado. En ciertas sociedades se castigaban, en otras no. En tiempos
remotos eran medios de subsistencia y en tiempos actuales no. O lo contrario. Entonces prefiere
concentrar su investigación en cómo está presente en el concepto de
delito la lesión al sentido moral de la sociedad, que no es otra cosa que los
sentimientos más profundamente arraigados en el corazón humano. Es cuando
define el delito natural como la ofensa a esos sentimientos profundos e instintivos
del hombre social. ¿Cuáles son esos sentimientos morales? Son los instintos
altruistas, aquellos que tienden directamente al bien de los demás, aun cuando
éste pueda sernos indirectamente provechoso. Es el instinto de benevolencia, de
piedad, y de probidad, que no permiten se ejecuten actos que produzcan dolor
moral, a lo que agrega la caridad, la generosidad y la filantropía. Al tratar
de establecer una tipología de los delincuentes, diferencia los asesinos de los
ladrones. A los segundos les encuentra ciertas características de anomalías craneanas
atípicas, como la sumicrocefalia, la oxicefalia, la escafocefalia y la
trococefalia. Estos ladrones presentan una seria deficiencia del sentimiento de
probidad y delinquen contra la propiedad.
Si bien la Criminología como ciencia
tuvo sus antecedentes en estas investigaciones, y sus estudios han avanzado más
allá de los postulados de esta escuela del positivismo, seguro estamos que Lombroso,
Ferri y Garófalo se darían un banquete estudiando el comportamiento atávico,
primitivo y salvaje que está presentando, tanto el gobierno, induciendo los saqueos
utilizando para ello la SUNDEE contra el comercio y los supermercados, creando la matriz
del maluco capitalista salvaje, especulador y acaparador de los productos
básicos, pretendiendo desviar en 180 grados la atención del público de la grave irresponsabilidad de estos forajidos
gobernantes que se han apropiado del poder para gozar de las corruptelas y
realizar el más grave latrocinio y robo de dineros del erario público, como, asimismo, gozarían un mundo tan ilustres
científicos en observar el comportamiento de este venezolano que, bajo esa
perversa inducción castro-comunista, ha dejado mostrar su podredumbre atávica,
los más profundos traumas salvajes, irracionales y bárbaros, robando lo que no
se ganado con su esfuerzo, arrasando negocios, gandolas, supermercados y
tiendas, creyendo que con eso va saciar el hambre de por vida.
Mundo, demonio y carne es en lo que nos
ha convertido esta crisis demencial que se ha apropiado de las mentes ya
enfermas del venezolano, que de pobre y miserable, está pasando a perturbado,
angustiado, bestial y violento.
Es la sociedad que
vivió del desperdicio, de la renta petrolera paternalista, a la sociedad que
muestra su fiereza. Cuando ya no haya más que despojar, arrasar y desvalijar, y
cuando ya se acaben las cucarachas, los bichos y los ratones, tal vez acabemos
por canibalizarnos. Todos seremos sospechosos, salvo prueba en contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario