domingo, 21 de febrero de 2010

UN NUEVO VENEZOLANO

Isaac Villamizar
Los recientes estudios de opinión de las encuestadoras más serias del país revelan algo maravilloso. Podríamos decir que sería el milagro por todos esperado. En los venezolanos hay todavía una suficiente reserva de principios, como a la vez un llamado urgente a un viraje. El venezolano, en este momento, está más interesado en el concepto de un nuevo país que en los liderazgos. Para el venezolano sus valores y sus necesidades están en un plano que debe ser acertadamente caracterizado e interpretado por sus dirigentes. Este reclamo debe ser atendido con prioridad.
Los estudios indican que la influencia del liderazgo presidencial se ha debilitado significativamente. Ello se debe a que el discurso del Presidente no sintoniza con el marco de valores y demandas de la mayoría del país. El primer mandatario – según los análisis – se ha debilitado en su capacidad de renovar esperanza. ¿Por qué? Porque el Presidente no convence con su propuesta ideológica y su pensamiento revolucionario. Su visión de la sociedad no es popular y está agotada. Lo popular - que aún mantiene - es su discurso humano y de objetivo social.
Señalan los expertos que el malestar social crece. El colectivo se haya con un gran desencanto y frustración, debido al agravamiento de los problemas sustanciales y a la falta de soluciones concretas e inmediatas.
Por otra parte, el país está atomizado, desarticulado, sin un horizonte, sin una visión conjunta, sin prospectiva. Pero lo más inquietante es que, alternativamente, el país se haya sin propuestas que surjan de liderazgos confiables e inspiradores.
Los sondeos ratifican que la oposición debe renovarse y reaprender. Pero este trabajo no debe aplazarse, porque la sociedad tiene hambre de una oferta que le encamine al reencuentro con la esperanza. El país reclama no un líder, sino un mensaje. Parece que en el fondo estamos conscientes que hay demasiados líderes. Algunos, incluso, estarían en la escuela de su formación, como el caso de las nuevas generaciones, del movimiento estudiantil. Los jóvenes son diamante en bruto, con ideas modernas y esperanzadoras. Pero lo que clama a gritos Venezuela es un nuevo concepto de sí. Estamos urgidos de una promesa renovadora, no partidista, ni oficialista ni oposicionista, con sabor venezolano, de lo nuestro, de lo que se siente el venezolano en estos tiempos. Esa fresca y acabada razón de ser debe ser inclusiva, con todos los pareceres, de carácter superior.
Todo lo anterior muestra que necesitamos construir una nueva identidad nacional, donde todos nos sintamos representados. Este naciente sentimiento debe estar adaptado al mundo de hoy, dinámico, progresista, ecológico, globalizado. Yo no entendía el por qué los venezolanos hemos estado en una catalepsia, en una hipnosis colectiva, en un letargo, en el laissez faire. Tampoco comprendía - en todas sus dimensiones - la terrible mordaza del miedo colectivo. Pero cuando reflexiono sobre este grito que nos estamos haciendo, advierto que estos fenómenos son reactivos, y que en el inconsciente colectivo vibra un reencuentro con nosotros mismos. No estamos conformes con la forma como nos manifestamos o con aquella que quieren hacernos ver y sentir, deformante y envilecedora. No. Estamos clamando por un despertar ontológico y ontogénico, en donde desaparezca cualquier sentimiento de odio y confrontación improductiva, de angustia colectiva permanente. En el fondo, esta catalepsia y temor nos han obnubilado y no dejan vernos en el espejo, para enfrentar nuestra cruda realidad y para asumir, decididamente, esta cirugía reconstructiva.El venezolano está en búsqueda de un rostro inédito, de un nuevo sentimiento, de un nuevo corazón, de un nuevo pensar. Es otro retrato que quiere diseñar. Es una noción originaria de genotipo y fenotipo criollo. Ya sabemos, por los datos, que estamos en etapa fecundable, tal vez embrionaria. Pero allí, definitivamente, estaría el milagro y la esperanza.

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