Un dicho popular señala que “loro viejo no aprende hablar”. Según la neurociencia, que estudia la estructura y la función, farmacología y patología del sistema nervioso, y de cómo los diferentes elementos del mismo interactúan y dan origen a la conducta, nuestro cerebro siempre está dispuesto para aprender cosas nuevas.
El cerebro está diseñado de tal forma que nos permite seguir aprendiendo a lo largo de nuestras vidas. Uno de los actuales estudios de la neurociencia es verificar cómo los pensamientos que tenemos literalmente se convierten en los eventos que experimentamos, las cosas materiales que poseemos e incluso la salud que disfrutamos. Los avances de las neurociencias demuestran que cada vez que pensamos producimos sustancias químicas, que a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Si tenemos pensamientos de infelicidad, nos sentiremos desdichados. El problema es cuando empezamos a sentir de la manera infeliz que pensamos; y empezamos a pensar negativamente como la manera en que nos sentimos. El cuerpo, entonces, manda sobre la mente. Pero resulta que el cerebro tiene una naturaleza cibernética, lo que significa que actúa como una computadora, esperando que le sea instalado un programa. Es aquí donde está la clave, pues nuestra computadora mental, así configurada, realizará cualquier instrucción que se le dé. Lamentablemente, desde niños estamos usando programas negativos que recolectamos de otras personas o que desarrollamos a través de los años, como resultado de la repetición de nuestros pensamientos negativos. Nuestra computadora mental se programa así en el nivel de las creencias, hábitos y comportamientos automáticos.
La pregunta consecuente es cómo llegar a cambiar el ciclo. Al respecto, el principio de la neurociencia es que si las células neuronales se activan conjuntamente, ellas se entrelazan creando una conexión más permanente. Además, la neurociencia ayuda a cambiar la arquitectura neurológica de nuestro cerebro, mediante tres premisas. La primera es que hay una inteligencia superior dentro de cada quien, llamada divina, espiritual o subconsciente. La segunda es que nuestros pensamientos y nuestras propias reacciones pueden crear un cuerpo sano o un cuerpo enfermo. La psico-neuro-inmunología demuestra la conexión existente entre mente y cuerpo. La tercera es que cada persona puede reprogramarse a sí misma para llegar a ser otra. Todo lo anterior nos conduce a eliminar la programación vieja y negativa e instalar programas nuevos y positivos en el cerebro. Lo primero es comenzar el día planteándonos la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos. Si las personas empiezan a decirse” yo puedo eliminar la culpa, la vergüenza, el miedo, la tristeza, la sensación de no merecer, de no valer, si desterramos los pensamientos destructivos, empezamos a liberarnos. ¡Hagámonos un diálogo interno constructivo! Otro método es la relajación. La meditación profunda, en la que se pierde la noción de tiempo y espacio, puede ayudar a la conversión. Es con ella con la cual el pensamiento se convierte en la experiencia en sí, en lo real que cualquier otra cosa. Las grandes ideas surgen cuando uno está relajado. Démosle nuevos conocimientos a nuestra mente y nuevas experiencias al cuerpo. Pasemos del pensar positivo, al hacer positivo, y de aquí, al ser positivo.