domingo, 13 de septiembre de 2015

Barbarie inhumana fronteriza

Isaac Villamizar
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, al terminar la guerra, se hizo énfasis que el desconocimiento y menosprecio de estos derechos esenciales habían originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, contrarios al valor y la dignidad de la persona. Pensábamos que ese pasado sólo lo recordaríamos en las películas del holocausto y en los libros de historia universal. Asistimos, en pleno siglo XXI, de nuevo a horas menguadas que nos aterrorizan por su miseria.

El éxodo masivo de refugiados sirios, que huyen desesperadamente del conflicto cruel de su país, está llamando la atención y reclamo en la Unión Europea primordialmente. Comparado sólo a lo provocado en la II Guerra Mundial, ACNUR informa que 350.000 personas han cruzado el Mediterráneo desde principios de año, y de ellos 170.000 sólo en julio. Durante 2015 han muerto en el intento más de 2500 personas. En la ruta de los Balcanes, los refugiados, en su mayoría sirios y afganos, pasan por Grecia, Macedonia y Serbia, antes de entrar en Hungría, país desde el cual pretenden continuar viaje hacia Europa occidental, sobre todo Alemania y Suecia. Las peticiones de asilo a la UE se desbordan. El parlamento húngaro aprueba un proyecto de ley que prevé la construcción de un muro en la frontera con Serbia para impedir la avalancha de inmigrantes. Una marejada de refugiados, familias sirias, quedaron en la estación del tren de Budapest, ante su cierre y la suspensión de las conexiones internacionales, así como otras tantas retenidas en la frontera austro-húngara, para determinar quién pasaba o quién no. La policía austríaca encuentra centenares de cadáveres, entre ellos niños, en camión frigorífico abandonado, producto del tráfico de personas. La policía checa comienza a marcar con números a los refugiados, cual estilo nazi. La alarma de sensibilidad se prendió cuando Aylan Kurdi, el niño sirio-kurdo de tres años, apareció ahogado en una playa turca, en el intento de su familia, también muerta, de alcanzar Grecia. Surge ahora la presión para suavizar la política migratoria europea,  a fin de responder a esta crisis de refugiados

En este lado del Atlántico, aquí mismo, en la frontera colombo-venezolana, los tachirenses sentimos vergüenza ajena, ante las aberrantes humillaciones a deportados masivamente, y frente a un muro de guardias cancerberos en la frontera cerrada inconstitucionalmente, y a raíz de un estado de excepción, que lejos de solventar el problema, supuestamente económico, lo ha incrementado con creces, con el agravante de la barbarie cometida contra elementales derechos de la dignidad humana por gobernantes y autoridades.  La Procuraduría General de Colombia, junto con la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo, aseguran que tienen documentados más de 40 casos, 10 de ellos graves, en los cuales, a raíz de la inconstitucional e ilegal deportación masiva de neogranadinos, sin debido proceso, derecho que por la CRBV y tratados internacionales ni siquiera se puede restringir en un Estado de Excepción, se han cometido vejámenes, tratos crueles y crímenes de lesa humanidad de manera sistemática contra embarazadas, niños, ancianos, discapacitados, extranjeros con mismos derechos que los venezolanos de acuerdo a la Ley de Extranjería y Migración, y refugiados que, conforme también a su estatuto legal, no pueden ser obligados a retornar cuando sus vidas, sus integridades y libertades personales están en riesgo.

Este abuso de poder y actos contrarios a la Carta Magna y la ley originan no sólo responsabilidades individuales para esos gobernantes y autoridades, conforme a los artículos 139 y 232 de la CRBV, sino además sanciones internacionales penales por tales desafueros inhumanos, así como el repudio local, nacional e internacional, lo cual no se ha hecho esperar.
Jamás llegó a pasar por nuestra mente que en el siglo XXI,  aquí, en plenos Andes colombo-venezolanos, se reviviría tanta barbarie, como la ocurrida en Europa en la segunda guerra, reactualizada con los desplazados que huyen del conflicto sirio. Es una mancha negra que en la historia regional y universal han dejado estos gobernantes que no tienen límite en su ansia enferma de poder.

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