Isaac Villamizar
El difunto Presidente Chávez colocó en la boca de
sus seguidores este lema importado del comunismo cubano: “Patria, Socialismo o
Muerte”. A estas alturas de la tragedia que como legado le dejó a su hijo, la oveja
negra de la familia chavista, y profundizada con sus omisiones de gobernante
que atendiera efectivamente a los más pobres, supuestamente los privilegiados
del régimen, podemos decir que el lema del comandante supremo embustero se ha convertido
en “Desolación, Comunismo y Muerte”. Veamos.
La Patria, comunidad para que una población viva en
el bien común, sin distingo alguno, con la mayor prosperidad material,
intelectual y moral, en un territorio regido por autoridades que dan estricto
cumplimiento al ordenamiento jurídico, está vuelta añicos. Nada que la describa
en su auténtico concepto existe. Es una patria demolida, acabada en su bases
éticas, en la honestidad de la función pública, quebrada financieramente,
entregada e hipotecada a los cubanos y chinos, y cuya distribución de su
riqueza en nada ha llegado a ningún sector de la población, que no sea la élite
de un gobierno corrupto e inepto en atender las necesidades básicas sociales.
Venezuela está a punto de desaparecer, porque en las estadísticas más vergonzosas que puede
calificar el deterioro de una nación, un nacionalismo y centralismo depredador la
puso a encabezarlas y acabando no sólo con toda la institucionalidad, sino
también con la dignidad más elemental de la persona, que implica el respeto y
reconocimiento a vivir feliz y con aspiraciones de surgimiento. La cacareada patria de Chávez
se convirtió en la desolación de Maduro.
El socialismo del siglo XXI pregonó, chorreando
babas, que el pueblo no sólo iba a gobernar y ser el protagonista y soberano en
la conducción de su destino. Las misiones eran las banderas donde el pueblo
sería consentido con vivienda, seguridad alimentaria, trabajo, educación, salud
en los barrios y otras tantas promesas demagógicas. Lejos de ello, el pueblo
pobre ahora es miserable, y muere de mengua en los contenedores de la basura.
La propiedad privada, de libre uso, disfrute, goce y disposición, no existe en
este socialismo. Y aquél que tenga un negocio, un bien mueble o inmueble que ha
ganado con el fruto de su trabajo, y no atienda a los chantajes de ese mentado
socialismo, es robado, saqueado o expropiado para que finalmente esa propiedad
pase a engrosar el cementerio de industrias y empresas chatarras en que las convierten unos pseudo gerentes al servicio
del régimen. De tal manera que este socialismo, que niega todos los derechos
humanos, que se aprovecha de la ignorancia del pueblo para aferrarse al poder
indefinidamente y que ultraja la Constitución, instaurando sus propias reglas de
conveniencia, es en realidad un comunismo, de lo más rancio y dañino que se
puede encontrar en el concurso de las naciones civilizadas del mundo.
En cuanto a la muerte, con el ilegítimo que en
Miraflores aún permanece en el cargo, y que hace rato abandonó por desatender
todas sus obligaciones y competencias constitucionales, la predicción del ocupante
del Cuartel de la Montaña se ha cumplido
cual asombroso paralelismo de Nostradamus. Este gobierno represor y asesino no
le importa ni siquiera el derecho más fundamental que es la vida, con el fin de
terminar, cual genocidio latinoamericano contemporáneo, con la juventud
representante de esperanzas e ilusiones, y para encarcelar en maznmorras y abandonar
hasta la agonía a sus disidentes y opositores. Es la muerte y el sacrificio de
una población que lucha para sacar a este régimen tirano, que desde hace
algunos meses ya luce debilitado en todo el apoyo popular que antes contaba, y
que es objeto de los calificativos de antidemocrático y violador de garantías y
derechos, por parte de ya bastantes pronunciamientos de países y organismos
internacionales.
Si el pueblo, ese que
no se da por vencido, que no quiere esta paupérrima patria comunista de los chavistas
y maduristas, ni la miseria que ellos representan, sigue luchando masiva,
contundente e inteligentemente en las calles, tendremos seguro de nuevo la alegría
de vivir con decencia, tranquilidad y oportunidades de crecimiento.
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